-¡Protesto, señoría! -Pero ¿qué protesta? Si lo único que ha pasado es que el abogado defensor le ha besado en los morros. -Pues eso -dijo mientras frotaba su boca con la mano con gesto de asco-. Protesto que este tío me haya besado. ¿Pero tú de qué vas? -Lo siento. no podía más -dijo el besador abogado defensor. -Pero, ¿están liados? -preguntó el juez-. Que conste que no tengo nada en contra, pero esto es un tribunal y no voy a tolerar ciertas manifestaciones de afecto entre abogados. -¡Pero qué liados ni qué liados! Yo soy muy hombre, me gustan las mujeres de verdad -replicó el abogado de la acusación. -Sí, claro. No finjas, que estas cosas las notamos entre nosotros. Deberías salir del armario -apuntillo el defensor. -Pero serás… Yo te mato, ¡Dudar de mi hombría! -y se encaminó hacia su colega. -¡Orden, orden en la sala! -mandó el juez-. Modérese abogado. A ver, ¿qué le ha hecho intuir la homosexualidad de su colega? -¡Protesto señoría! -dijo el abogado de la acusación. -Está bien, está bien, ¿qué le ha hecho intuir la presunta homosexualidad de su colega? -¡Protesto…! -Denegada. Y se calla. Conteste abogado. -Se le ve a la legua. Lo primero la forma de vestir. Su elegancia y su modernidad es excesiva para un hetero. -¡Será posible! Ahora un hombre no puede vestir bien sin que le acusen de maricón. Además la elige mi madre y me la deja preparada todos los días. -¡Silencio! No es su turno. Continúe. -Lo de que su madre le compra la ropa, se la elige y se la prepara diariamente nos indica que, a su edad, todavía vive con ella. -Ahí tiene razón -dijo el juez girando la vista hacia el abogado de la acusación. -Eh… bueno… estoy pensando en mudarme… Es que el sueldo de abogado es una mierda. -Prosiga -dijo el juez, mientras hacía unas anotaciones. -Salta a la legua su abuso de las cremas corporales y el perfume. -Sí, sí, eso ya lo había notado yo también. Debería contenerse un poco abogado -apostilló el juez. -Pero… Es que me gusta oler bien. -Y por último lo más determinante es que, aquí mi colega, hace unos minutos, al terminar su interrogatorio a mi testigo, se ha girado hacia mí y me ha guiñado un ojo. -¡¡¡¿¿¿Qué???!!! ¡¡¡¿¿¿Yo???!!! -No lo niegues. Y ahí me has derretido, bandido. -Yo…, no, que no, que era a la buenorra de detrás -adujo mientras inspeccionaba los asientos posteriores-. Esa, esa, la rubia de las tetas gordas. -Señorita, por favor, levántese -dijo el juez-. Diga su nombre y profesión. -Manuel Gutiérrez y trabajo de bailarina en un club de striptease, disculpe que me presente así vestido, pero es que vengo a declarar en el siguiente juicio y luego tengo que ir a trabajar y voy con el tiempo justo -dijo la mujer, con voz grave. -Bien Manuel, ¿es cierto, como dice el abogado de la acusación, que anteriormente le ha guiñado el ojo? -Bueno puede ser, yo pensé que era al otro abogado, pero quizá fuese a mí. -Lo ve, lo ve, era a ella, a ella. -Abogado -continuó el juez- ¿desde cuándo siente esa atracción hacia los travestidos? -Que no, que no, que no me gustan. Joder, que engañan, pero mírela.. lo…, Parece una tía, está buenísima. -Suficiente -dijo el juez mientras el abogado de la defensa asentía y sonreía-. A ver letrado, está usted seguro de que no es gay. No pasa nada por reconocerlo. -Que no joder, que no. Me gustan las tías. Además me encanta el fútbol, no me pierdo ni un partido. Cristiano, Piqué, Casillas, me vuelve loco verlos correr en el campo -Hagamos una cosa -dijo al fin el juez rompiendo un tenso y prolongado silencio en la sala-. Y si prueba a besar al abogado otra vez, a ver si le gusta. -¡Pero tú estás gilipollas! -¡Protesto! -gritó el juez-. Retírelo o le acuso de desacato. -Perdón, perdón. Lo retiro, pero es que qué cosas dice, señoría. -Pero ¿qué tiene que temer? Pruebe, olvide sus prejuicios. Aquí el abogado defensor tampoco está mal. Incluso es guapo, elegante y no abusa del perfume.. -¡Se me rompió el frasco vale, se me rompió el frasco mientras me lo echaba! -Vale, vale, pero pruebe hombre. -No sé… -Esa es la actitud. No se cierre. Vamos, bésense. -Está bien, pero solo porque lo dice usted. Pero nada de lengua, que antes el tío cerdo me quería meter todo el filetón. -Está bien, sin lengua -sentenció el juez- Acérquense, vamos, sin timidez. Si hasta hacen buena pareja. No ponga esa cara de asco y adelante. Los dos abogados juntaron sus labios, con resolución el abogado defensor y con el gesto compungido el de la acusación. Tras unos segundos de tensión el rostro del presunto homosexual se relajó y empezó a meter su lengua en la boca de su colega, agarrándole la cara con sus manos y desatando la pasión, mientras la sala del juzgado rompía en vítores y aplausos. -Caso cerrado -dijo su señoría. Una vez terminada la jornada, ambos abogados se acercaron hasta el juez cogidos de la mano: -Señoría -dijo el expresunto- nos preguntábamos si luego querría venir a cenar con nosotros. -Me encantaría, pero no puedo. Lo siento, ya he quedado con el señor Manuel Gutiérrez.
Jorge Moreno