Aquella mañana la princesa se levanto muy contenta. Pidió un baño de agua perfumada con jazmín, pidió que le lavaran el pelo y la peinara con sumo cuidado. Pido su vestido azul, pero luego cambio de idea y se puso el blanco, aunque luego cambio de idea y se puso el morado... se miro en el espejo y volvió a ponerse el azul. Tampoco este le gusto, decidió ponerse el amarillo, y así se le fue el día. Ya solo quedaba una hora para que bajara a reunirse con el joven que la amaba, cuando... La gente se había congregado alrededor del joven pastor, bajo la ventana de la princesa. Estaba allí toda la ciudad, no faltaba nadie. Todos tenían curiosidad por ver la cara de su nuevo príncipe. Sin embargo, cuando apenas faltaban unos minutos, el joven pastor, débil como estaba después de 28 días sin comer, se levanto del suelo, tomo su manta, su cuenco para el agua, y se encamino hacia las puertas de la ciudad. -- ¡Pero no te rindas ahora!, le gritaba la gente. --¡Estas a punto de ser rey!, intentaban convencerle otros. Pero el continuaba su camino, dispuesto a regresar junto a sus ovejas. Dicen que un niño corrió tras él y le preguntó: "¿Por que te has rendido en el último momento? Si te quedas podrás ser rey" a lo que el pastor respondió ... " a todos se os olvida que yo no quiero ser rey, yo quiero casarme por amor, y ella no me ama. No ha sido capaz de perdonarme ni una sola hora de sufrimiento".
martes, 15 de enero de 2013
La princesa que quería casarse por amor
Cuentan, que hace mucho, mucho tiempo vivió en un reino muy lejano una princesa que quería casarse por amor. Cuando sus padres, los reyes, se enteraron de aquel capricho pensaron que su hija no tardaría en darse cuenta de que eso solo puede ocurrir a los plebeyos, gentes que no tiene verdaderas preocupaciones ya que al carecer de propiedades pueden vivir sin preocuparse de lo material; y que entraría en razón y contraería matrimonio con alguno de los príncipes que acudían al palacio para pedir su manos. Pero ella no atendía a razones. Cuando su padre le decía "deberías casarte con este príncipe cuyo reino es enemigo del nuestro y así traerías la paz a tus súbditos" ella responda, "¡pero eso me haría infeliz toda la vida!" Cuando algún príncipe se atrevía ha llegar hasta el palacio, ella lo miraba a los ojos y le preguntaba "Pero, ¿tú me amas?" a lo que los pretendientes, no atreviéndose a mentir, le respondían "Estoy seguro de que llegaré a amarte". Y ella rápidamente cortaba toda negociación pues aseguraba "no puedo dejar que una posibilidad marque mi vida. Si no llega a amarme siempre seré desgraciada". Y fue pasando el tiempo, y el rey y la reina se dieron por vencidos, y los habitantes de aquel reino pensaron que después de la princesa deberían cambiar de gobernante. Y la vida seguía su curso. Pero la noticia de que exista una princesa que quería casarse por amor llego hasta los rincones más recónditos del país y fue así como un joven pastor escucho hablar de ella y se dijo a si mismo "debo conocerla, quizás estamos hechos la una para el otro, ya que yo también quiero casarme por amor". Hacia mucho tiempo que su familia lo tenia por loco ya que le habían insistido en que se casara con alguna joven de la zona que tuviera prados colindantes o algunas ovejas de buen carácter y abundante lana; argumentándole que solo los ricos pueden darse el lujo de casarse por amor, ya que solo ellos que tiene dinero pueden vivir sin preocuparse de lo material. De modo que el joven pastor dejo sus ovejas a cargo de padres y hermanos y se encamino hacia el palacio. El camino era largo y él tuvo mucho tiempo para pensar. Cuando llego al palacio, se presento ante los guardias y les comento sus intenciones. Al principio los guardias se burlaron de él diciendo "Como un triste pastor va a vivir con una princesa en un palacio de altos techos e imponentes columnas, no podrías dormir por la noche" a lo que el pastor respondió sin sonrojarse "los techos de este palacio nunca serán tan altos como el cielo que cubre mi cabeza, y sus columnas no serán tan perfectas como los arboles que me acogen bajo sus ramas, y en este palacio por más lamparas que enciendan, nunca podrán iluminar mi noche como la ilumina la luna y las infinitas estrellas del cielo". Aquellas palabras convencieron a los guardias de que quizás el pastor fuera un digno pretendiente... les resulto tan incomprensible como cualquier poeta. Por eso llamaron al rey, que hizo pasar al joven pastor hasta la sala del trono y allí convoco también a la princesa. Ella, al verlo no titubeo, se acerco hasta él y mirándolo a los ojos le pregunto "Pero, ¿tú me amas?" a lo que el respondió... "si tu eres la mujer que valora el amor por encima de todo, yo te amo. Y para demostrártelo voy a pasar una luna completa bajo tu ventana. Durante ese tiempo no comeré, ni beberé nada más que agua y así podrás ver cuan grande es mi amor". La princesa estuvo de acuerdo y los guardias acompañaron al pastor hasta el lugar idóneo, en la calle, bajo la ventana de la princesa. Él extendió su manta de viaje en el suelo, dejo junto a si la escudilla del agua y se sentó sin decir palabra. Al principio la gente no le hacia mucho caso. Un loco que había hecho una promesa exagerada. Pero al ver que iban pasando los días y sumando semanas comenzaron a tomarlo más en serio. Cuando ya llevaba dos semanas viviendo bajo la ventana de la princesa, algunas ancianas, vestidas de negro para pasar desapercibidas en la oscuridad de la noche, se acercaron hasta él para llevarle un plato de sopa o un zumo de frutas ... "Come algo muchacho o no podrás resistir" le susurraban al oído; el joven pastor les sonreía y dándoles las gracias rechazaba sus regalos "He dado mi palabra" respondía. Cada día, la princesa al levantarse se asomaba a la ventana para mirar a su pretendiente. Lo saludaba, le sonreía y continuaba con su vida. Y el tiempo fue pasando implacable, y llego el día en que se cumplió el plazo.
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