miércoles, 30 de enero de 2013

El bote

Siempre supo que la amaba más de lo que ella a él. Ella jamás lo engañó. Podía ofrecerle un cariño grande, tal vez algo parecido al amor, pero no ese amor con mayúsculas que él tanto deseaba. A él no le importó. La amaba demasiado como para fijarse en “pequeñeces” y ella se dejó querer. Fueron sinceros desde el comienzo y eso ayudó a una hermosa relación. ¿Por qué está conmigo si bien sé que no soy el amor de su vida? Se preguntó él más de una vez. Jamás encontró la respuesta y nunca se lo preguntó a ella, no fuese cosa que no supiese bien qué hacer con lo que ella le contestase. Como fuere, estaban juntos hacía ya bastante tiempo. Tenían una hermosa familia y una vida armoniosa. De todos modos, él siempre sintió que en ese bote en el que ambos navegaban la vida, él remaba más y con más fuerza. Sorteaba vientos y tempestades y en esos momentos -los más difíciles- él redoblaba su fuerza y el bote no se había hundido jamás. Nunca zozobraron porque su amor era tan grande que alcanzaba para llevar el bote a destino, más allá de las aguas furiosas y los vientos impiadosos que la vida suele ofrecer. ¿Y ella? Ella se dejaba llevar. Disfrutaba de ese viaje en bote muchas veces como espectadora, muchas otras sabiendo que por algo, ése era su lugar en la vida. No todos los amores son iguales, tampoco todos expresamos el amor de la misma manera, ni remamos con la misma fuerza o entusiasmo. Cierto día, las fuerzas de él se debilitaron y algo parecido al cansancio lo invadió. Su amor no había mermado, pero ¡hacía tanto tiempo que sentía que remaba solo…! Los años pueden no hacer mella en el amor, pero sí en la energía y en la manera de encararlo. Y comenzó a remar más despacito, tal vez por primera vez en su vida preguntándose si tanto esfuerzo puesto en ese bote había valido la pena. Y ella se dio cuenta de su lentitud, pero también se dio cuenta que ese viaje calmo que él le había ofrecido como vida, había sido hermoso. Y fue entonces, cuando ella supo que era su turno de remar, que él le había ofrecido una vida feliz y por sobre todo, un amor incondicional. Fue entonces cuando reafirmó que, por algo, su lugar en la vida era con él y lo defendió. Ahora el bote dependía de ella y no zozobrarían tampoco esta vez. Ella remó con todas sus fuerzas y esta vez, él se dejó llevar un poquito. Y así, equilibraron sus fuerzas, ella remó más, él remó un poco menos, sólo un poquito y el bote, nunca, jamás navegó más tranquilo. Él supo que sí había valido la pena remar solo hasta esa instancia y ella corroboró que ese bote era su lugar en el mundo. Porque no hay dos amores iguales, ni dos personas que lo demuestren de la misma manera, así como no hay dos botes que naveguen igual las aguas de la vida.

Liana Castello

La rendija

Después de mucho tiempo sin entrar, después de mucho tiempo sin mirar, allí donde siempre estaba oscuro y nadie se atrevía a fisgonear… en esa habitación donde todos creían que las ventanas no podían abrirse, donde los pesados porticones impedían siempre la entrada…allí, un día, un pequeño rayo de luz entró, tímido y de medio lado, aprovechando una estrecha rendija que se había abierto en la portezuela que tapaba el ventanal. Nunca antes la luz se había atrevido a pasar, pero el rayito de luz, aún joven y valiente, quiso ver qué había detrás del aquel porticón siempre cerrado. Y el pequeño haz de luz caminó despacito, con miedo a romper el silencio, se abrió paso en medio de la oscuridad, hasta que notó tocar con sus suaves pies el suelo. La niña aún dormía en su cama, sumida en su letargo. La miró, en medio de la penumbra, y por un momento dudó si debía romper la placidez de su sueño. Así que estuvo bastante tiempo mirando, sin decir nada. Embelesado por su dulzura perdió la noción del tiempo y olvidó volver por donde había entrado. Entonces, una leve sonrisa amaneció en la mejilla de la niña. Le siguió el suave parpadear de sus pestañas y el ronroneo de quien dulcemente despierta de un sueño. El pequeño rayo de luz, sorprendido, quedó quieto intentando pasar desapercibido porque era demasiado tarde para escapar sin ser visto. Pensó qué atrevimiento el suyo entrar en la alcoba donde descansaba la niña y más aún haberla despertado…Pensó que si nadie antes había osado, cómo podía él haber infringido las normas entrando por aquellas ventanas que no debían abrirse…Pensó que no era quien para romper el silencio y la oscuridad…y menos aún el plácido sueño de la niña. Pero entonces la niña puso su piececillo en el suelo, abrió sus ojos y vio el punto de luz que la invitaba a dar un paso adelante. Se acercó hacia la ventana con la mirada ilusionada. Y aunque el rayito de luz era como un hilo de seda, la luz del sol brillaba a través de él haciéndolo parecer como si fuera de oro. La niña siguió con su mirada el pequeño haz, alzó su mano para tocarlo y sentir la calidez púrpura de aquel camino luminoso hecho con polvo de estrellas que daba un halo irisado a sus manos. Movió los dedos como quien quiere sentir la caricia de las estrellas o tocar la esencia de lo más bello del universo. Le siguió hasta la ruda madera y allí descubrió la pequeña rendija…pasó sus dedos por ella y dijo con una vocecilla llena de esperanza y alegría -¡Ha salido el sol! ¡Por fin ha salido el sol!

Lydia Giménez Llort

Polvo mágico!!

martes, 29 de enero de 2013

El rey que quería ser feliz

Erase una vez un rey que, desde los remotos tiempos de su juventud, buscaba la felicidad eterna. En función de ello, trató en todas las actitudes que tomaba no alejarse de su meta. Los años pasaban y el rey, a pesar de sus esfuerzos, no conseguía lograr sus objetivos. Con frecuencia se sentía amargado, con tedio, sin inquietudes y solo. Resolvió entonces consultar a un sabio muy prestigioso que vivía en las cercanías. Y éste, al oír sus quejas, le dijo: - El hombre siempre busca satisfacer sus deseos más íntimos, más reprimidos. Sólo cuando consigue realizarlos se siente libre para gozar de la paz y de la felicidad. Por eso, son tan pocos los hombres felices. Su majestad ha vivido ocultando sus anhelos con realizaciones que no lo satisfacen. El rey volvió al palacio, se refugió en sus aposentos y procuró reflexionar. Después de algún tiempo se decidió: iría en busca de satisfacer todos sus deseos y fantasías. Por algún tiempo vivió rodeado de placeres. ¡Nada le era prohibido y todo le era posible! Sin embargo, a pesar de todo eso, no lo abandonaba la sensación de tedio y la impresión de inutilidad de su vida. Y quería morir. Se le aconsejó entonces consultar a otro sabio que tenía gran predicamento en su reino. Y eso fue lo que hizo. Le contó su historia, sus quejas, sus tentativas de librarse del mal que lo aquejaba. Y escuchó el consejo del sabio: - La satisfacción de los placeres es importante, majestad, pero no es todo. El hombre nace sintiéndose pequeño e inferior. Para superar esa sensación se debe sentir bien y feliz, necesita conquistar poderes que le permitan cambiar ese sentimiento de inferioridad por el de ser poderoso. El rey volvió animado. ¡Entonces, era eso! No le bastaba ese reino, Necesitaba conquistar otras tierras y mayores riquezas. Y se puso en acción. Llamó al comandante de sus ejércitos y le dio órdenes. Pasaron los años y ahora el rey, además de gozar de los placeres, poseía el mayor reino y las mayores riquezas conocidas entonces en todos los alrededores. Jamás se oyó hablar de un soberano tan fuerte y tan poderoso. Y mientras luchaba por lograr esas metas, el rey parecía sentirse bien, pero al alcanzarlas, de nuevo el tedio, los días monótonos y la sensación de frustración hicieron presa de él. Su estado de ánimo fue decayendo aceleradamente. Enflaqueció y permanecía triste y callado. Por último, se abandonó totalmente y se quedó en su lecho a la espera de la muerte. - ¡Muerte sin conocer el placer de vivir! _se repetía constantemente. Los miembros de su familia y toda la corte procuraban hacer algo para evitar lo peor. Resolvieron entonces llamar al médico del reino, un viejecito muy culto y con gran experiencia que gustaba citar a los grandes autores, de quienes decía, eran amigos suyos. Por el reino se comentaba que ese médico inventaba historias y era algo extravagante, pero todos estaban de acuerdo en considerarlo un excelente médico y un hombre muy bondadoso. El médico les aconsejó internar al rey en el hospital para poder estudiar mejor su caso y entonces tratarlo. Y así ocurrió. El rey fue internado en aposentos especiales, separado de los otros enfermos. El médico conversó muchas veces de manera prolongada con él, e inició su tratamiento. - ¡Creo que Dios se ha olvidado de mí! _se quejó el rey. - Es preciso no contar demasiado con Dios. Quizás Dios desee contar con la gente. - Pero doctor, yo busco tanto la felicidad que todo cuanto aprendo lo oriento para conseguirla. - Un amigo mío, Herman Hesse, en un libro llamado Sidarta, dice lo siguiente: Cuando alguien busca mucho, algo puede fácilmente suceder que sus ojos se concentren exclusivamente en el objeto buscado y que sea incapaz de encontrar lo que realmente desea, tornándose éste inaccesible, porque sólo piensa en aquél objeto y porque tiene una meta que lo enceguece totalmente. Procurar significa tener una meta. Pero encontrar significa estar libre, abrirse a todo... Puede ser que tú seas realmente un buscador, ya que en tu afán por aproximarte a tu meta, no percibas ciertas cosas que se encuentran muy cerca de tus ojos. - ¡Muy cerca de mis ojos!... repitió el rey, pensativo. En algunas semanas se produjo una mejoría física. El rey se alimentaba bien, aumentaba de peso, se lo veía bien dispuesto. Su corazón, sin embargo, todavía permanecía oprimido. El médico sugirió al rey que, disfrazado de paisano, se pasease por todo el hospital y conociese a sus súbditos enfermos sin que éstos lo reconociesen. El rey aceptó. El primer día se detuvo ante un lecho donde un moribundo era alimentado por otro paciente, gravemente enfermo. Ambos parecían hermanados en aquella acción. La escena lo conmovió fuertemente. Se encontró después con un joven parapléjico que procuraba, en la medida de sus posibilidades, ayudar a otros compañeros. Durante todo el día observó situaciones semejantes. Los días siguientes volvió a repetir la experiencia. Poco a poco, fue conociendo una realidad que parecía alejada de su mundo habitual. Cierta mañana, tan distraído quedó que se atrasó en el almuerzo. Como el hospital era pobre, a pesar de la riqueza del reino, encontró más alimentos para que le sirvieran fuera de hora.
Para su sorpresa, un joven internado, muy enfermo, lo convidó a su mesa y, repartió con él su alimento. - ¡Muy agradecido joven! Usted es muy generoso. Veo, sin embargo, que se encuentra muy débil y que necesita de buena alimentación para recuperarse. No puede prescindir de la parte de su comida que me ofrece. - Vea, señor, el placer de poder repartir mi pan me fortalecerá. Siéntese.., por favor. El rey aceptó. Se sentó a la mesa con el joven y durante la comida le preguntó por su vida. Conoció su pobreza, supo de los hijos y la esposa que debía cuidar y hasta de los padres envejecidos que vivían con él. - ¿Cómo puede mantener ese aparente buen humor con esa situación difícil, con una familia que necesita de usted, enfermo, lejos de ella? - Mire, yo no abandono a mi familia. Me estoy preparando para volver con ellos. La enfermedad fue una fatalidad inevitable, pero busco hacer lo que está a mi alcance para recuperarme y estoy orgulloso de ello. Voy a estar bien tan pronto como sea posible. De todas maneras, debo estar bien para cuidar a mis seres queridos. El recuerdo de este agradable compromiso me da fuerzas y humor para sobrellevar cada día que paso. El rey quedó pensativo, ¿Cómo podía aquel pobre hombre enflaquecido por la enfermedad, sin bienes materiales, sin posibilidades de gozar de los placeres de la vida, estar allí, a pesar de todo, aparentemente feliz? Todo cuanto veía parecía contradecir lo que aprendiera con los sabios. Intrigado, habló con el médico. - Doctor, ¿qué lugar es éste que me produjo imprevisibles sentimientos? ¿Qué lugar es éste donde me encuentro, que me hace desear participar de las actividades que realizan mis súbditos más pobres y enfermos? El médico le respondió: - Este es un lugar cualquiera del mundo de los humanos. Le voy a contar algo; otro amigo mío, Gibran Khalil Gibran, escribió un libro que lleva por título Parábolas. En cierto momento él dice, debes haber oído hablar de la montaña sagrada. Es la montaña más alta del mundo. Si llegas a la cumbre te nace un deseo: descender y estar con quienes viven en el valle más profundo. Por eso se la llama la montaña sagrada. Piensa en eso, majestad. Los días siguientes el rey realizó todas aquellas tareas que se le presentaron, Y no eran pocas, con tantos enfermos y tan poca gente para ayudarlos. Pasaron así varias semanas. El rey se sentía útil, como nunca se había sentido antes. Realizó actos de compañerismo, de amistad desinteresada, de afecto y de valiente enfrentamiento al dolor. Al propio tiempo sentía que, a pesar de estar enfermo, conseguía dar un gran sentido a su vida. Y, aunque todavía delgado, se sentía fuerte. Pasados algunos días, volvió a hablar con el médico. Se sentía curado. El corazón le palpitaba alegremente y por primera vez sin amarguras. - Doctor, ¿en qué lugar me encuentro?, ¿qué milagro sucedió? Mientras buscaba la felicidad no la encontré y cuando desisto de ello, la encuentro en el lugar menos pensado. - Este es un lugar cualquiera del mundo, majestad. No siempre lo que se busca se encuentra donde uno cree que está. A veces después de recorrer muchos caminos y de andar numerosas leguas, descubrimos que cuanto buscábamos siempre estuvo muy cerca de nosotros. Esto nos lo enseña el encantador cuento El pájaro azul de la felicidad. Otras veces no notamos que, sin brújula, nos perdemos dentro de nosotros mismos, y que cuanto más tratamos proseguir, más prisioneros estamos. Rodando entonces hacia el más profundo de los abismos. Allá abajo, en lo oscuro, solos, miramos hacia lo alto y vemos una grieta: nuestra única salida. A través de esta estrecha abertura entrevemos el cielo las estrellas. Los abismos nos acercan a las alturas. - Los abismos nos acercan a las alturas… _repitió el rey, pensativo. - Vuestra majestad buscaba la felicidad gratuita. Ella no se encuentra así. El bienestar humano surge de una vida plena de sentido. Y cuando lo encuentra, con la realización de un trabajo, con la experiencia del amor o enfrentando el sufrimiento el ser humano se realiza como el ser autotrascendente que es. - ¿Autotrascendente?... - Sí, que se realiza hacia afuera de sí mismo en el encuentro con otros, en la realización de valores. - En el encuentro con otros... en la realización de valores... repitió el rey, aún pensativo. - El Bien es el encuentro de todos los seres, el idioma con el cual todos se entienden, la alianza definitiva de los corazones. Como ya le dije dos veces, majestad, este es un lugar cualquiera del mundo. Vuelva al palacio y viva como un hombre puede vivir, buscando el dar lo mejor de sí para que el mundo sea mejor. - Temo que mi contribución sea sólo una gota en el océano. - Tal vez sea así, pero el océano será menos océano sin esa gota, como diría mi amiga la Madre Teresa de Cacuta.
El rey, agradecido, se despidió del médico.  El rey agradecido, se despidió del médico. A punto ya de salir decidió, pensativo, volver y comentar: - Doctor, usted es dueño de una gran sabiduría. Me parece que por modestia, quizá, cita ideas de amigos suyos que, en realidad, son parte de sus propias ideas. Noté, además, que a través de nuestra conversación, me ayudó a que yo, poco a poco, diera sentido a mis acciones. Todo fue muy provechoso e inolvidable. Tengo, con todo, una gran curiosidad: ¿cómo aprendió a obrar así, como hombre, como amigo y como médico? - Agradecido, majestad, por sus generosas palabras. Lo aprendí en mi vida, con mis padres, hermanos y amigos, con mis maestros y pacientes, en mis aciertos y en mis errores... Hace mucho tiempo atrás era un buen muchacho y en otras tierras, en otro reino, durante una guerra terrible, fui tomado prisionero injustamente. Conmigo lo fueron también numerosos compañeros y muy pocos lograron salir con vida. En cautiverio, por años, viví las situaciones más degradantes para un ser humano. Entretanto, a pesar de eso, aprendí mucho de lo que sé en esa dolorosa experiencia. La prisión fue mi montaña mágica... mi fondo del abismo... Fue entonces que conocí a mi eterno y gran amigo, el doctor Viktor Frankl. A pesar de su condición de prisionero, él nos hablaba con palabras y actitudes, del sentido de la vida, de la autotrascendencia del ser humano y de la capacidad del hombre para lograr valor aún ante el inevitable sufrimiento. - La montaña mágica…, el fondo del abismo..., las estrellas..., el valor del sufrimiento... murmuró el rey. Dígame doctor, ¿el doctor Frankl escapó con vida? - Sí, escapó. - ¿Aún vive? Preguntó con gran brillo en sus ojos. - Lejos, más allá de estos mares, en otras tierras, en un lugar muy distante de este reino, él todavía vive. Está bastante viejo, como también lo estoy yo, pero continúa trabajando todos los días, amorosamente, para que el hombre sea más humano. El rey respiró profundamente. - Para que el hombre sea más humano… hombre… humano… hombre-humano… Ahora comienzo a entender… El mundo necesita personas así, como usted, como ese amigo suyo y como todos sus amigos… - Y como vuestra Majestad. El rey sonrióemocionado. Me gustaría volver a encontrarlo otras veces, doctor, para conversar sobre nuestras existencias. Me agradaría conocer más cosas relacionadas con ese gran amigo suyo. - Estoy a su disposición. - Lo consultaré muchas veces, si ello no lo incomoda. - Será un gran placer cada encuentro. Ya estoy deseando concretarlo. El rey salió del hospital y decidió volver a pié. Respiraba el aire puro de aquella mañana como si fuese la primera vez. Caminó firme y seguro. Sabía qué buscar y para qué. Su corazón, por fin, estaba aliviado y en su cabeza bullían ideas de nuevas y diferentes conquistas. Llegó al Palacio y todos notaron la diferencia.El rey estaba curado y alegre. - En definitiva, le preguntó la reina, ¿Qué enfermedad te molestaba? -Ah…, mi querida esposa, era una enfermedad muy simple, pero muy grave. ¡Yo tenía los ojos clavados en mi ombligo! Todos los presentes rieron, seguros de que el rey les hacía una broma.
Claudio García Pintos

domingo, 27 de enero de 2013

sábado, 26 de enero de 2013

Matices

Matices
Gemma Blasco Fernández
Una ciega y un incómodo trayecto en ascensor.

La princesa Laca


En un lejano reino de Oriente, así llamaban a la hija de U Tin, un humilde artesano. Le pusieron este nombre porque no existía nadie más hábil que ella lacando todo tipo de objetos. Todo lo que la joven grababa sobre las bandejas, los tiestos, las tazas y las cajas que fabricaba su padre parecían cobrar vida en sus manos. Un rey orgulloso reinaba sin oposición en el país. Se había autoproclamado “Más brillante que el sol”. Nada de lo que pasaba en su reino se le escapaba, y así, la fama de la Princesa Laca llegó hasta él. Hizo llamar a uno de sus ministros y le dijo: —Ve y mira si esta presunta princesa es tan diestra como se dice. Si es así, págale para que ponga su talento a mi único servicio. El ministro recibió una bolsa llena de dinero y se puso rápidamente en marcha. Cabalgó durante una jornada entera sobre su caballo. Más allá del curso del río llegó por fin al pueblo donde vivía U Tin con su hija, y enseguida encontró el camino hacia su taller. El ministro pidió para ver el trabajo de la Princesa Laca, y éste le pareció admirable. —A partir de ahora servirás únicamente a nuestro resplandeciente soberano. U Tin se interpuso tímidamente: —Señor, mi hija no podrá jamás contentar el gusto refinado de un personaje tan poderoso. Los lacados que hacemos están destinados a la gente humilde, a los campesinos, a los pescadores… A su vez, la Princesa Laca añadió: —Se dice que nuestro rey ama los objetos cubiertos de hojas de oro y de piedras preciosas. Necesitaremos que nos dé con qué comprar todo esto a fin de que nuestros lacados sean de su agrado. El ministro arqueó el entrecejo: —¿Me estáis pidiendo dinero? ¿Quién os ha hablado de dinero? ¡Espabilad y haced maravillas! Yo regresaré a recoger vuestro trabajo. Salió del taller, saltó sobre su caballo y partió al galope. Sonreía muy contento: la bolsa seguía estando en su bolsillo, y allí se quedaría. Para intentar, a pesar de todo, satisfacer al rey, U Tin se adentró en un bosque espeso donde crecían grandes y bellos árboles de la mejor de las resinas, la que le permitía obtener el color más buscado: un negro profundo y perfecto. Entonces, con esa laca, la Princesa amasó y modeló una pasta tan oscura y lisa como el ala de un cuervo. No mostraba sus obras a nadie. Cuando la joven acababa una pieza, la guardaba en la bodega, a resguardo del sol y de las miradas indiscretas. Ni siquiera U Tin penetraba en ese lugar. Pasaron tres meses, y el ministro regresó para tomar posesión de los objetos destinados al rey. La Princesa Laca los había colocado dentro de grandes cestos cuidadosamente cerrados. El ministro los hizo cargar sobre una carreta que regresó a la capital bien escoltada. “Más brillante que el sol” tomó con impaciencia una pieza lacada al abrirse el primer cesto. Gritó sorprendido: —¿Cómo? ¿Cómo se ha atrevido? Se inclinó sobre las otras piezas para examinarlas. Las escenas grabadas por la Princesa Laca tenían todas el mismo motivo: el sufrimiento del pueblo de Birmania, aplastado bajo la ley de un tirano. El rey se enfureció terriblemente. Su ministro sintió un sudoso recorrerle la espalda: si era juzgado responsable de la ofensa, rodaría su cabeza. “Más brillante que el sol” dijo con voz amenazadora: —¡Llévame hasta esta insolente! ¡Debe ser castigada allí mismo! Unos instantes más tarde, el rey se sentó en su carro flamígero y decenas y decenas de hombres armados lo acompañaban. El ministro abría el camino a toda prisa: el miedo le daba alas. Los soldados entraron en el taller de U Tin. Arrastraron al exterior al viejo y a su hija, y los arrojaron a los pies del rey. “Mas brillante que el sol” se inclinó hacia la Princesa Laca, y le resopló en la cara: —¡Tus imágenes no son más que mentiras! —Majestad, no hay nada en esas piezas lacadas que no haya visto yo con mis propios ojos. —¡Pues bien! ¡Que le arranquen los ojos! —ordenó el rey. —¡Perdonad a mi hija! —imploró U Tin —. Soy yo quien debe ser castigado. Los vecinos se habían reunido en masa alrededor del taller. “Más brillante que el sol” dijo con voz potente, a fin de ser escuchado: —¡Es cierto! Este viejo también es culpable. Será expulsado de mi reino. En cuanto a su hija, que ha osado usurpar el título de Princesa, le indulto los ojos… pero éstos nunca más volverán a ver la luz. El rey abandonó el lugar. Algunos soldados permanecieron allí a fin de construir una prisión que no tardó mucho en alzarse en el centro mismo del pueblo. No tenía puerta. Se dejó tan sólo una minúscula trampilla para poder introducir comida y agua, pero esa trampilla estaba hecha de tal manera que no permitía que la luz del día penetrara en su interior. Los soldados dejaron una brecha abierta en uno de los muros, través de la cual empujaron a su prisionera, y la cerraron después con ladrillos y mortero. La Princesa Laca se encontró de pronto sumida en una completa oscuridad. Arañó durante un buen rato las paredes con sus uñas, hasta hundirse en el llanto. Había sido apartada del mundo de los vivos. Un hilo de aire secó las lágrimas de la Princesa Laca: cerca de su cara había una grieta. No se filtraba ninguna luz, pero sí débiles ecos procedentes del exterior: risas de niños, una canción de campesinos, la llamada de los barqueros… Si la Princesa Laca podía escuchar a la gente del pueblo, sin duda ellos, a su vez, podrían oír sus palabras. Se acercó cuanto pudo a la grieta y empezó a hablar. Aquello que se le impedía mostrar en sus lacados, lo atestiguaría su voz. A partir de ese momento, no hubo más día ni noche para la Princesa Laca. En la prisión, olvidó el transcurrir del tiempo mientras contaba sin descanso lo que sus ojos habían visto. No tenía ni hambre ni sed, tenía la impresión de volverse cada vez más ligera a cada palabra que pronunciaba. Cuando la Princesa Laca se sintió, por fin, tan ligera como un leve aliento, como un suspiro, supo que ningún muro podría retenerla más. Que por fin seria libre. “Más brillante que el sol” no había salido más de su palacio desde que había hecho encerrar en prisión a la Princesa Laca. Temía una revuelta de su pueblo. Dentro de sus aposentos reales, ya no se sentía seguro. Desconfiaba de sus soldados, de sus ministros, y hasta de su propia familia. En las horas sombrías de la noche, “Más brillante que el sol” recibía a innumerables espías, a los cuales pagaba, a fin de estar informado de todo cuanto sucedía. Una tarde, uno de ellos le trajo un objeto idéntico a uno de los que la Princesa Laca había tenido el valor de enviar al palacio. —¿Dónde lo has conseguido? ¡Habla! —Majestad, estas piezas lacadas están por todas partes —le confesó el espía. “Más brillante que el sol” hizo venir a su ministro. —¿Por qué no has hecho nada para evitar esta nueva afrenta? —Yo no sé nada, Majestad. — ¡Entonces tendré que ocuparme yo mismo de la falsa princesa! El ministro se apresuró a acompañar a “Más brillante que el sol”. —Tú no vienes —le dijo el rey — Un hombre cuya cabeza va a rodar no puede serme útil. En el pueblo, al borde del río, eran incontables los talleres. Los artesanos se afanaban en sus tareas, fabricaban bandejas, tiestos, tazas y cajas. En todos ellos se veían las mismas escenas que la Princesa Laca había representado. Había decenas, centenas millares; nunca nadie podría impedir que tantas piezas lacadas circularan por el reino. —¿Cómo es posible? —gritó el rey— Han dejado escapar a la falsa princesa! Se dirigió a la prisión. Ésta seguía en el mismo lugar en que había sido construida, y sin puerta alguna por donde salir. A grandes mazazos, hicieron un gran agujero en el muro de la prisión: no había rastro alguno de la Princesa Laca en su interior. Cerca del lugar donde se encontraba la trampilla, “Más brillante que el sol” vio un gran número de tazas y cascos. Nadie parecía haber tocado el agua y la comida que contenían. El rey se sintió enloquecer: —¡No puede haberse escapado! … ¡Encontradla, soldados, encontradla! Mientras sus hombres registraban el pueblo, “Más brillante que el sol” entró en un taller. Aplastó con furia las piezas lacadas que allí se encontraban. De repente, gritó salvajemente y saltó como si hubiesen clavado algo en un talón del pie: una cara se multiplicaba en cada uno de los pedazos esparcidos por el suelo. Allí donde “Más brillante que el sol” posaba su mirada, se le aparecía la sonrisa de la Princesa Laca. Salió del taller y se puso a correr gesticulando e intentando escapar, pero aquella cara seguía multiplicándose a su vista: en las hojas de los árboles, en el polvo del camino, sobre el agua brillante de los helechos. El tiempo es como un río: fluía sin fin. ¿Cuántos días, semanas, meses, pasaron desde que la Princesa Laca desapareció? Se perdió la cuenta. Los artesanos continúan trabajando tal y como la Princesa Laca les enseñó a hacerlo, y sobre los objetos que fabrican muestran siempre la vida del pueblo tal y como sus ojos pueden verla, con toda la verdad. Ninguno de entre todos estos hombres y mujeres debe temer ya más la cólera del rey. Hace ya mucho tiempo que “Más brillante que el sol” se arrojó al río para escapar del rostro de la Princesa Laca, que lo atormentaba sin cesar. El pueblo recuperó su aspecto habitual, ya no hay prisión alguna. Por todas partes se escuchan hoy las risas de los niños, el canto de los campesinos y la llamada de los barqueros. En las noches de luna llena, se cuenta que, por el cielo estrellado, por encima de las pagodas doradas… una silueta luminosa se desliza como una nube: la Princesa Laca.
Fin
Françoise Malaval, La princesa Laca, Cánoves (Barcelona)
 Amnistía Internacional : Proteus, 2008

jueves, 24 de enero de 2013

Yo soy capricornio

 ¡No le tengas esperando, criatura! Vaya ¡si su tiempo vale mil libras por minuto! Y no juegues así, todo el tiempo con los dedos... Mejor que no digas nada. ¡El lenguaje vale mil libras por palabra! Está rodeado por una pared de ladrillos que él mismo se construyó. Es tímido, pero fuerte y recio; agradable, pero orgullosamente ambicioso. Como los legendarios y silenciosos vaqueros del Oeste, parecería que al hombre Capricornio le gustara estar solo, pero no es así en realidad. Secretamente, Capricornio se desvive por la adulación. Le encantaría sobrecoger multitudes desde un trapecio volante. En sus sueños mas íntimos, la Cabra es una romántica incurable, pero su naturaleza está encadenada por Saturno. El severo planeta de la disciplina le exige un comportamiento tranquilo, acciones prácticas y seriedad de intención. Tal es su cruz, a veces bien pesada de sobrellevar. Habrá ocasiones en que Capricornio ocultará su frustración bajo actitudes bruscas, y otras en que te sorprenda con un humor inesperado e incongruente, siempre de tipo irónico y descreído. Las gentes de Capricornio pueden ser aburridísimas cuando se ponen en trance de hacer bromas secas y retorcidas. Si das vuelta como un calcetín a un estable y confiable varón Capricornio, te encontrarás con un alegre soñador que anhela sentir cómo el viento le desordena el pelo y se embriaga con la dulce fragancia de los halagos, ávido de emociones y sediento de aventuras. Solo unos pocos elegidos son capaces de liberar a esta alma solitaria de su prisión secreta. Saber algo de los signos solares puede ser utilísimo para quienes se inclinan a juzgar los libros por las solapas. Ahí estabas tú, pensando que Capricornio sería un maestro excelente, pero como enamorado, lamentable. Casi habías decidido dejar que se dedicara a la política, en vez de conquistarlo; te daba la impresión de un hombre que preferiría ver su nombre en el Quien es quién, mejor que en tu diario íntimo. Y ahora descubres que tiene un corazón tan cálido y cordial como un grato fuego de leña en una noche de invierno. Ya se que es para alegrarse, pero espera un momento antes de correr a estrujarle entre tus brazos, esperanzada en que él te hará llegar hasta la Luna. Sorpresas como la que acabo de describirte forman parte de su naturaleza íntima. Se quedará impresionado y fascinado sí, lo adivinaste, pero naturaleza íntima quiere decir eso, precisamente: naturaleza íntima. Lo más probable es que jamás deje en libertad de realizarse a todos esos sueños etéreos de apasionados transportes. De todas maneras, tú ya sabes que los tiene, y es bastante. No sigas esperando que tu Capricornio se lance a pasear con los pies desnudos entre las amapolas; no podrás cambiar su básica personalidad saturnina. Lo que puedes hacer, en cambio, es reírte de sus historias de perro apaleado hasta que cobre el valor suficiente para contarte cuentos menos deprimentes. Puedes insinuar que te parece que bajo su fachada conservadora arden fuegos ocultos, e insistir hasta que se arrime a dejar asomar un par de llamas. Puedes decirle que sueños como los que él sueña te parecen los mas coloridos, ya que ningún sueño es tan abigarrado como el que realmente sucede, y tal vez se atreva a soñar unos cuantos mas. Algún día llegará a la cima de la montaña que se ha puesto como meta, y tú estarás junto a él, orgullosa de la determinación de tu Cabra, y muy contenta de haber creído en la posibilidad de realización de sus sueños. Capricornio hace como si pudiera vivir sin halagos, y la forma en que reacciona cuando se le dice algo grato es una prueba bastante convincente. ¿Alguna vez le dijiste algo agradable a tu galán Capricornio, y te decepcionaste al ver su cara inexpresiva? No te apresures. El hecho de que la especialidad de la Cabra sea el autoengaño no significa que tú también tengas que dejarte engañar. En realidad, necesita desesperadamente que le digan que es bueno, inteligente, buen mozo, deseable e interesante, pero como no suele dejar ver su necesidad, no son muchas las orquídeas que recibe. Por eso es posible que sea un poquito torpe y no sepa que hacer cuando alguien le expresa abiertamente que le admira, de modo que disimula su incomodidad haciendo algún chiste retorcido o ignorando el cumplido: una reacción que puede hacer que los demás decidan que jamás volverán a correr el riesgo de decir una gentileza a ese cara hipócrita. Como da la impresión de que no le gusta que le halaguen, le halagan cada vez menos. Es un círculo vicioso, pero la culpa puede ser tuya, más que de él. La próxima vez que le ofrezcas un ramillete verbal a tu Capricornio, mírale las orejas. ¿Ves como se le ponen rosadas? ¿Ves como apenas le centellean los ojos, y ese temblorcito imperceptible en la nariz? Esta tan animado como un ponche. El hecho de que no se ponga a zapatear ni a revolcarse en el césped como Leo, no significa que no este contentísimo, y con la sensación de haber crecido tres metros. Capricornio necesita que le vean como el tipo sensacional que es, pero su naturaleza y los astros le vedan la publicidad. Tú tendrás que ser su agente de prensa. Es, como dirían los horticultores, de florecimiento tardío. En su juventud serio como un búho, al madurar va relajándose gradualmente y, si es un auténtico Capricornio, puede terminar siendo el hombre de aspecto y comportamiento más juveniles del grupo. Ahora bien, este es un aspecto que conviene tener en cuenta: con otros hombres tendrás que tolerar años de tonterías para después adaptarte a una vejez rígida y melindrosa; con Capricornio, es posible que al principio tus entusiasmos se encuentren un poco restringidos, pero ¡piensa en lo que puedes esperar para mas adelante! En la primavera de vuestro idilio, tu enamorado Capricornio no te propondrá una escapada a Paris, pero es posible que cuarenta o cincuenta años mas tarde, cuando otros hombres se quejan de que les duelen las articulaciones, él te lleve a ver el Taj Mahal a la luz de la Luna. No está tan mal. Si tú eres de las que les gusta atiborrarse con entremeses y después comen de mala gana la comida, Capricornio no es para ti. Una relación amorosa con un hombre de este signo, siempre que termine en el matrimonio, es como comer el postre al final, como corresponde. Naturalmente, la inversión del proceso de envejecimiento en Capricornio puede hacerte pensar que en el rubro fidelidad puede haber gato encerrado. Lo hay. Es verdad que no tendrás que preocuparte mucho por los desvíos de la Cabra cuando el romance es fresco y está húmedo de rocío, y también es verdad que puede soltarse un poco a medida que tiene más edad. Pero así y todo, su fidelidad es mas segura que la de la mayoría de los otros signos solares, porque Capricornio prácticamente quema incienso en el altar de la familia. Aun si comete algunos pecadillos menores en la época de su tardío florecimiento, nunca los pondrá por delante del fuego del hogar, de los hijos y de ti. Los lazos familiares le inspiran un sentimiento muy próximo a la reverencia, y esto es válido para la familia que ha creado contigo y para su familia de nacimiento, que desde la infancia ha sido para el objeto de devoción. De nada te serviría ofender a su madre o mostrarte fría con su hermano; prepárate a amar a tu familia política, aunque sean tan dignos de amor como un cactus. No solamente él los defenderá, sino que, si extremas las discusiones, la tensión impuesta por la lealtad a las dos familias puede ser causa de que se ponga taciturno y sombrío... y nada hay menos deseable en este mundo que un Capricornio taciturno y sombrío. Tal vez des con alguno que exprese abiertamente su desdén por sus parientes o que haya cortado con amargura los vínculos familiares, sin haber vuelto nunca a mirar hacia atrás, pero si rascas la superficie de tal independencia, encontraras en su pasado alguna profunda herida emocional, causa originaria de un comportamiento tan atípico. Muchos hombres de este signo siguen viviendo con su familia mucho después que sus amigos de la misma edad se han ido a disfrutar de las delicias de la vida de solteros. Por lo general, se enamoran mas tarde que la mayoría, y también es raro que se casen antes de tener bien encaminada una carrera. Con la mira puesta en el linaje y la perfección, observarán con mucho cuidado lo que se les presente. La Cabra elegirá una muchacha capaz de ser buena madre. Además, tendrá que ser buena cocinera y ama de casa. También deberá vestirse bien para impresionar a sus relaciones comerciales y a sus amigos, y si esta un peldaño por encima de ellos en posición social, modales, educación e inteligencia, será preferible. Finalmente, Capricornio hará un rápido estudio para asegurarse de que sea bella o de que resulte físicamente atractiva. Ya ves que las cosas no podrán ir muy bien si llevas el pelo descuidado, si se te acabó el perfume o si no tienes unas piernas como para hacerte odiar por Miss Universo. Busca en el baúl esos papeles donde consta que tu familia desciende de los que hicieron la Revolución norteamericana y enséñale los muebles coloniales del comedor. Una vez por semana invita a almorzar a su madre, y haz que él se fije en lo bien que administras tu presupuesto. La próxima vez que salgáis juntos, lleva a tu hermanita de cuatro años (si eres hija única, pídele a la vecina que te preste su bebé). Frecuentemente, límpiale con suavidad la naricita con un impecable pañuelo de hilo, comenta que te gustaría estar en la comisión de fomento urbano del ayuntamiento, camina con calma, déjate caer con alguna frase en francés y derrítete cuando veas un bebé en un cochecito. No te olvides de comentar que el padre de tu Cabra es el caballero mas encantador que hayas conocido, o menciona como quien no quiere la cosa a ese tío abuelo que fue de los primeros colaboradores de Ford o a tu otro antepasado, el que peleó junto a George Washington (cualquiera de los dos puede valer). Si eres bonita, tanto mejor. Pero no habrá encanto que de mejores frutos que el cubrecama que hiciste para tu prima Bessie. Casi puedo asegurarte que si no pasas el examen de su familia, Capricornio no se casará contigo. Hay excepciones, claro, pero son tan escasas que es simplemente temerario apostar a que tu enamorado Capricornio pueda ser una de ellas. Después que la familia te haya propuesto matrimonio -quiero decir, después que te lo haya propuesto él-, empieza a poner los puntos sobre las ies. Con firmeza. Hazle saber que su gente te encanta, pero que es con él con quien quieres compartir mesa y lecho. De otra manera, te pasarás más de un sábado por la noche cocinándole la cena a su tío Charlie o ayudando a su hermanita menor a superar los dolorosos trances de la adolescencia. Como Capricornio casi siempre se pone un poco nervioso en presencia del sexo opuesto, por ahí habrá alguno que insinúe torpemente situaciones equivocas, intente alguna indirecta o se muestre áspero, recio e insensible. No es más que su manera de demostrar seguridad, un método típico de disimular su timidez y curiosidad ante las pasiones al rojo de gente más agresiva. No dejes que eso te lleve a pensar que quiere que juguéis a Bonny y Clyde. Tú no eres Mae West ni Texas Guinan: eres una dama, y no lo olvides jamás. Es posible que él dedique algunas miradas furtivas a las damas de la noche, pero no será con ninguna de ellas con quien se case. Tal vez todo esto te haga pensar en los consejos de tu tía abuela, pero si te parece anticuado, ponte un bikini mínimo, maquíllate los ojos de verde, báñate en perfume y bésale en publico. Es posible que algún día recorras el pasillo vestida de gasa blanca, pero no será al encuentro de ningún saturnino.                                                                                                                                                      
Un lindo regalo para tu marido Capricornio será un libro de poesías, cuanto más románticas mejor. Si no le enseñas desde muy pronto el arte de expresar sus afectos, puedes terminar siendo una esposa a quien no le falta nada, cálidamente apreciada y adorada, con un marido que es un perfecto encanto... pero que emocionalmente se muere de hambre. Y llegados a esas alturas, de nada servirá que te quejes porque el nunca te dice que te ama: se limitará a mirarte con ofendida inocencia o con aire gruñón, según la intensidad de la influencia de Saturno cuando nació, y te explicará pacientemente que estás chiflada. ¡Si él se acuerda perfectamente de haberte dicho que te amaba cuando te dio el anillo de compromiso, y también cuando nació el segundo de vuestros hijos! Él piensa que deberías estar segura de lo que siente por ti. ¿Acaso no te mantiene, además de rendirte el homenaje de dejar que seas la madre de sus hijos, le barras los suelos y lustres los trofeos que él consigue? Para Capricornio, las declaraciones verbales y floridas son superfluas. Tal vez te pregunte si lo que quieres es a Richard Burton; que eso te de pie para contestarle "sí", en voz bien alta. Con eso se sobresaltará un poco, y aunque no se convierta en Richard Burton, es posible que llegue a darse cuenta de que murmurar suavemente "tesoro" en el momento adecuado no disminuye en nada su masculinidad. Como padre, será Padre, la personificación literal de la palabra. Estará siempre a la cabecera de la mesa, en los picnics también. Aunque le toque sentarse sobre la hiedra venenosa o cerca del hormiguero, cuando os disponéis en torno al mantel extendido bajo los árboles, allí donde se siente papa Capricornio será la cabecera de la mesa. Exigirá respeto y obediencia, e insistirá en las rutinas y en la disciplina, pero lo compensará con una dedicación sincera y hasta de sacrificio. Además, estará de acuerdo con las grandes fiestas de cumpleaños y los alegres festejos navideñas. Es muy improbable que un papa Capricornio tenga el tipo de mano blanda que echa a perder a los niños: se ocupara de que vayan al dentista y hagan los deberes, y los pondrá en el rincón cuando sea necesario, transmitiéndoles enfáticamente su propio sentido de la organización y de la responsabilidad, cosas que sin duda no harán daño a los niños, aunque tal vez les quiten un poco de vivacidad. Recuérdale que ser padre no es solamente una gran responsabilidad: también puede ser divertido. Considéralo como uno de los papás que pinta Dickens, enséñales a los niños a que sean generosos con el beso de las buenas noches, y a él insístele para que les lleve al partido de fútbol, a pescar o a nadar. Si es un poco estricto, piensa que a la larga ellos se beneficiarán, siempre que papá no se exceda. Cuando sean los nietos quienes salten sobre sus rodillas, se habrá vuelto sorprendentemente tolerante. Los abuelos Capricornio son estupendos canguros; hasta conozco a uno que sale a la calle a patinar con su segunda generación de descendientes. Será raro que un hombre Capricornio se case deprisa y se arrepienta con sosiego; mas fácil es que se casen con sosiego y se arrepientan deprisa. En la mayoría de los casos, el matrimonio de Capricornio es sólido, pero si la Cabra se da cuenta de que se ha equivocado se ira sin perdida de tiempo, sin darle una segunda oportunidad a su mujer. Capricornio detesta el divorcio, de manera que esta actitud no es muy frecuente, pero cuando sucede, es definitiva. En una palabra: cuando se hartó, se hartó. Para tu marido saturnino, hacer el amor puede estar tan sujeto a horario y calendario como hacer las compras, despachar la correspondencia, ir al banco, visitar museos y galerías de arte o limpiar su colección de armas y de trofeos. Tal vez te parezca frío y poco sentimental, pero recuerda que a Capricornio sigue interesándole el aspecto físico del amor mucho después que otros maridos se reducen a la poesía para expresar sus emociones. Si me entiendes, eso significa lo que ya te dije al comienzo: el postre al final. Cuando ya se haya jubilado, tendrá mas tiempo para pulir sus técnicas afectivas, y eso es mejor que un seguro... contra los días malos, contra la soledad y contra los golpes de un mundo feo y sórdido. Cualquier mujer sensata aprecia en lo que vale la devoción saturnina. No será un amante fogoso que te corteje con los ojos llenos de estrellas ni con palabras floridas y apasionadas, pero te protegerá de todos tus miedos femeninos. Es hombre recio, pero de corazón tierno. Después de haber cortado la leña para el fuego acogedor, se sentará contigo junto a él, teniéndote tiernamente de la mano. Y por mas canas, kilos de mas o arrugas que te vaya sumando el correr del tiempo, para el serás siempre aquella muchacha que consiguió hacerle decir: "Te amo". Y si te detienes a pensarlo, ¿que necesidad hay de que te lo repita una y otra vez? Cuando dura tanto tiempo, con una vez basta.

Niebla en el camino

 A veces cuando miras hacia adelante y la niebla no te deja ver el camino, te paras y miras hacia atrás.  Y mirando hacia atrás no ves nada más que camino recorrido. Y ahora hay niebla y estoy desorientado esperando que despeje para poder continuar mi camino. He llegado hasta aquí arrepintiéndome de todo aquello que no hice, por miedo a equivocarme, por no querer afrontar los posibles fracasos, porque pensaba que podía hacer daño a los demás,en definitiva... por cobardía. Pero ahora, cuando miro hacia atrás,me doy cuenta de que no he disfrutado de todo aquello que el camino me ofrecía. Ahora es tarde para volver atrás, porque todas aquellas cosas de las que podía disfrutar ya no están. Y cuando me doy cuenta de lo que me he perdido lloro, porque me siento vacío, porque no expresé todo aquello que sentía, por no haber sentido lo que yo tenía dentro, por no haber amado cuando quería amar.
 Es bonito vivir de recuerdos cuando los recuerdos te hacen sonreír, pero si te hacen llorar, no vale la pena mirar hacia atrás. La niebla no me deja ver nada más que unos metros por delante y voy caminando torpemente tropezando con  las piedras.  No se  cuando empezaré a ver el camino despejado, pero mientras eso ocurre voy a disfrutar de lo poco que  veo a mi alrededor y no quiero volver a mirar hacia atrás y pensar que no pisé ningún charco por miedo a mojarme. Sueño con un camino que me lleve hacia la felicidad,  y por eso voy pisando charcos y tropezando con las piedras porque no quiero volver a arrepentirme de lo que no hice. Si en todo este trayecto hay alguien al que moleste o al que pueda hacer daño espero que me sepa comprender y aprecie que no es mi intención y que solo voy buscando el camino de la felicidad. Si queréis acompañarme en este largo trayecto seréis bienvenidos, pero si solo queréis pasear un poco a mi lado,  disfrutaré de vuestra compañía mientras pueda. Espero que pronto vea aparecer entre la niebla un pequeño rayo de sol como preámbulo de un camino soleado y lleno de belleza,   y que cuando eso ocurra, camine junto a  mi alguien  muy especial que quiera compartir todo eso  conmigo. Mientras tanto... siento, canto, río y lloro al  mirar  atrás, pero sin dejar de caminar...


Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
 sino estelas en la mar

Está nevando!!

martes, 22 de enero de 2013

Extremadamente idiotas

El espejo

Érase una vez un poblado situado en las altas montañas que tenía la particularidad de no conocer el mundo de los espejos. Por alguna razón, ningún habitante de aquella comunidad se había visto reflejado en uno de ellos, debido quizá a las lejanas distancias que lo separaban con el resto del mundo civilizado. Un día, Ismael que tenía fama de curioso, decidió adquirir ese misterioso cosa llamada “espejo”, en el que según decían sus antepasados, tenía la capacidad de reflejar a la persona que lo miraba. Así pues, Ismael encargó uno de estos objetos a un comerciante que, cada siete años solía viajar a los valles. Pasado el tiempo, el comerciante le hizo llegar su encargo bien envuelto y protegido. Ismael entonces, presa de emoción, corrió al sótano de su casa y lo desenvolvió con cuidado. Finalmente, cuando lo hubo abierto y examinado, ¡Oh sorpresa! Ante su asombro, en aquel extraño objeto apareció la imagen de su padre. Ismael atónito, lo volvió rápidamente a envolver y se retiró visiblemente pensativo y perturbado. Aquella noche, mientras dormía junto a su esposa, se despertó inquieto, y decidió volver a mirarse en el espejo recién traído. Para lo cual, descendió silencioso al sótano y tras desenvolver aquella extraña cosa, volvió a contemplar de nuevo, no sin asombro y sorpresa, la imagen de su padre. Y así, noche tras noche, Ismael descendía sigiloso al sótano con el fin de asistir a la aparición de una imagen que no cesaba de repetirse y que tanto le emocionaba. Una noche, su esposa Astrid, observando las salidas nocturnas que Ismael realizaba, llena de inquietud y sospechas, decidió seguirle, no sin temer el infiel encuentro de su marido con otra mujer más joven y hermosa. Cuando observó que éste gesticulaba ante un oscuro rincón de la estancia y se retiraba de nuevo a su cama, tuvo deseos de comprobar, qué era aquello capaz de inquietar tanto a su pareja. "Seguro que tendrá que ver con otra mujer", pensó. Así que decidió volver al día siguiente, cuando su marido no se encontrase en la casa. De esa forma, investigaría con tranquilidad aquel misterioso objeto que se encontraba en el sótano de su propia casa. A la mañana siguiente, Astrid bajó apresuradamente y desenvolviendo con cuidado aquello... ¡Oh sorpresa! Sus sospechas se vieron fundadas, ya que lo que vio allí era, efectivamente, otra mujer más joven y hermosa que, por lo que dedujo, tenía todas las trazas de ser el nuevo sueño de amor de su esposo. Aquella noche, cuando Ismael llegó a su casa, Astrid presa de indignación, le desveló el secreto diciéndole: "Me estás siendo infiel, he descubierto que todas las noches bajas al sótano y contemplas a esa mujer que aparece en el objeto que guardas envuelto con tanto cuidado." A lo cual Ismael contestó. "Estás en un error Astrid, no se trata de ninguna mujer... ese objeto es un espejo que, según se afirma en tierras lejanas, refleja a cada cual... pero en este caso, sorprendentemente lo que se contempla cuando en él me reflejo, es la imagen de mi padre...". "Ni hablar", le interrumpió ella, presa de agitación y cólera. "Me estás mintiendo. Yo he visto con mis propios ojos la imagen clara de otra mujer, que por la forma de mirar y moverse, tenía todas las trazas de ser tu amante." "Bajemos y comprobarás que no es cierto lo que dices", repuso él. "Es mi padre el que aparece en el objeto, ninguna mujer he visto jamás en el mismo". Astrid asintió a la prueba y una vez que descendieron y se observaron, Ismael seguía viendo a su padre y Astrid a la joven muchacha, con lo que el conflicto y la confusión inundaron aquella casa... De pronto, Ismael propuso: "Astrid, solicitemos el fallo del sabio anciano, seguro que su visión nos permitirá hallar la verdad y recuperar la calma". Astrid aceptó el juicio del anciano, y ambos se dirigieron hasta el mismo y expusieron sus contrariedades, pidiéndole que se asomase al objeto y dirimiera, si lo que allí aparecía era el padre que viera él, o la joven mujer que contemplaba ella. El anciano asintió y tras llegar a la casa y reflejarse en el objeto, dijo: "Ni es el padre de Ismael, ni la mujer que sospecha Astrid. “Aquí, lo único que se ve es a un anciano".

lunes, 21 de enero de 2013

El vendedor de humo

Cruzando el río

Un anciano Maestro Zen y dos discípulos caminan en silencio a lo largo de un sendero. De pronto, al llegar a un riachuelo, descubren a una hermosa muchacha que, sentada en una orilla, contempla provocativa y sonriente a los tres caminantes que se acercan. No hay que estar ciego para reconocer la perturbación que la joven ejerce en los dos discípulos que, en seguida, se percatan del radiante atractivo de su cuerpo y del brillo chispeante de su mirada. "¿Quién de los dos jóvenes me tomaría para ayudarme a cruzar el río?" pregunta ella con frescura y seducción provocadora. Los dos discípulos se miran entre sí, y a continuación dirigen un gesto interrogante al maestro que todo observa. Éste, mira con profundidad a cada uno de ellos, sin desvelar palabra. Tras un largo y tenso minuto de contradicción y duda, uno de los discípulos avanza y tomando en los brazos a la muchacha, cruza el río entre caricias y sonrisas delicadas. Al llegar a la otra orilla, se regalan un cálido beso y se despiden con ardiente mirada. Al momento, el joven da media vuelta y se reintegra sonriente al grupo que de nuevo, camina adelante por la senda. 31 El rostro del discípulo que ha permanecido junto al Maestro se muestra turbado, no cesando de proyectar interrogadoras miradas al impasible y silencioso anciano que tan sólo observa. Pasan las horas mientras el grupo avanza silencioso por entre montañas y valles, pero la mente y el corazón del discípulo que no ha cruzado el río, siguen enganchados y obsesionados por el deseo hacia la bella muchacha que lo obsesiona. Al parecer, no se siente capaz de romper su voto de silencio, como tampoco de liberarse del deseo y del recuerdo que lo encadena. Al anochecer, sus movimientos no parecen habituales, ya que se quema con el fuego que enciende, derrama el té de su cuenco y, además, tropieza con la raíz de un árbol haciendo gala de su desatención y torpeza. Tras cada error, su mirada siempre encuentra el rostro impasible y ecuánime del anciano que le observa sin juicios ni palabras. De pronto, la tensión llega a ser tan atormentadora que rompiendo un silencio de semanas, interpela al maestro diciendo con rabia: "¿Por qué no has reprendido a mi hermano que rompiendo las reglas de la sagrada sobriedad, ha encendido el fuego de su erotismo con la muchacha del río? ¿Por qué? ¿Por qué no le has dicho nada? ¡No me digas que la respuesta está en mi interior porque ya ni oigo ni veo nada con claridad! ¡Necesito entender! Dame una respuesta", suplica. El anciano dedicándole una mirada integral de rigor y benevolencia, responde con serenidad y contundencia: "Tu hermano tomó a la mujer en una orilla y la dejó en la otra. Mientras que tu tomaste a la mujer en una orilla y: NO LA HAS DEJADO TODAVÍA".

Corazón de cebolla

Había una vez un huerto lleno de hortalizas, árboles frutales y toda clase de plantas. Daba gusto sentarse a la sombra de cualquier árbol a contemplar todo aquel verdor y frescura, y disfrutar escuchando el canto de los pájaros. Pero de pronto, un buen día, empezaron a nacer unas cebollas especiales. Cada una tenía un color diferente: rojo, amarillo, azul, verde,… Después de grandes investigaciones lograron descubrir que cada cebolla tenía dentro, en el mismo corazón, una piedra preciosa. Una tenía una esmeralda, la otra un rubí, la otra un topacio, la de más allá un diamante… ¡Una verdadera maravilla! Pero, por alguna razón incomprensible, aquello se vio como algo peligroso, intolerable, inadecuado y hasta vergonzoso. Total que las bellísimas cebollas tuvieron que empezar a esconder su piedra preciosa e íntima. Pusieron capas y más capas para cubrirla, para disimular cómo eran por dentro. Algunas cebollas llegaron a tener tantas capas que ya no se acordaban de lo hermoso que ocultaban debajo. Poco a poco fueron convirtiéndose en unas cebollas comunes, como las que conocemos ahora, sin ese encanto especial que tenían. Un día pasó por allí un niño al que le gustaba sentarse a la sombra del huerto. Pasaba tanto tiempo en él que llegó a entender el leguaje de las cebollas y a dialogar con ellas, y descubrió lo que había en lo profundo de sus corazones. Comenzó a preguntarle a cada una: -¿Por qué no eres como eres por dentro? Y ellas le iban respondiendo: - Me obligaron a ser así… – Me fueron poniendo capas… incluso yo me puse algunas para que no me dijeran… Algunas cebollas, las más tímidas, llegaron a cubrir su corazón hasta con diez capas, y ya ni se acordaban de por qué se pusieron las primeras capas.” Ante esas respuestas, el niño entristeció y comenzó a llorar. Desde entonces todo el mundo llora cuando una cebolla nos abre el corazón…

Nuestro planeta


domingo, 20 de enero de 2013

El ciego

Había un ciego sentado en la vereda, con una gorra a sus pies y un pedazo de madera que, escrito con tiza blanca, decía: “POR FAVOR AYÚDEME, SOY CIEGO”. Un creativo de publicidad que pasaba frente a él, se detuvo y observó unas pocas monedas en la gorra. Sin pedirle permiso tomó el cartel, le dio vuelta, tomó una tiza y escribió otro anuncio. Volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies del ciego y se fue. Por la tarde el creativo volvió a pasar frente al ciego que pedía limosna, su gorra estaba llena de billetes y monedas. El ciego reconoció sus pasos y le preguntó si había sido él, el que re escribió su cartel y sobre todo, qué había escrito. El publicista le contestó: “Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, pero con otras palabras”. Sonrió y siguió su camino. El ciego nunca lo supo, pero su nuevo cartel decía: “HOY ES PRIMAVERA, Y NO PUEDO VERLA”. 
 A veces tenemos que cambiar nuestra estrategia para conseguir lo que queremos.

Veremos que trae el tiempo...

Una vez un campesino chino, pobre y muy sabio, trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo: "Padre, ¡qué desgracia! Se nos ha ido el caballo." "¿Por qué le llamas desgracia? - respondió el padre, veremos lo que trae el tiempo..." A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo. "¡Padre, qué suerte! - exclamó esta vez el muchacho, nuestro caballo ha traído otro caballo." "¿Por qué le llamas suerte? - repuso el padre, veamos qué nos trae el tiempo." En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se enfurecio y lo arrojó al suelo. E muchacho se quebró una pierna. "Padre, qué desgracia! - exclamó ahora el muchacho - ¡Me he quebrado la pierna!" Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció: "¿Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo!" El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que se quejaba en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo. El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.

viernes, 18 de enero de 2013

La rosa blanca

En un jardín de matorrales, entre hierbas y maleza, apareció como salida de la nada una rosa blanca. Era blanca como la nieve, sus pétalos parecían de terciopelo y el rocío de la mañana brillaba sobre sus hojas como cristales resplandecientes. Ella no podía verse, por eso no sabía lo bonita que era. Por ello pasó los pocos días que fue flor hasta que empezó a marchitarse sin saber que a su alrededor todos estaban pendientes de ella y de su perfección: su perfume, la suavidad de sus pétalos, su armonía. No se daba cuenta de que todo el que la veía tenia elogios hacia ella. Las malas hierbas que la envolvían estaban fascinadas con su belleza y vivían hechizadas por su aroma y elegancia. Un día de mucho sol y calor, una muchacha paseaba por el jardín pensando cuántas cosas bonitas nos regala la madre tierra, cuando de pronto vio una rosa blanca en una parte olvidada del jardín, que empezaba a marchitarse. –Hace días que no llueve, pensó – si se queda aquí mañana ya estará mustia. La llevaré a casa y la pondré en aquel jarrón tan bonito que me regalaron. Y así lo hizo. Con todo su amor puso la rosa marchita en agua, en un lindo jarrón de cristal de colores, y lo acercó a la ventana. - La dejaré aquí, pensó –porque así le llegará la luz del sol. Lo que la joven no sabía es que su reflejo en la ventana mostraba a la rosa un retrato de ella misma que jamás había llegado a conocer. -¿Esta soy yo? Pensó. Poco a poco sus hojas inclinadas hacia el suelo se fueron enderezando y miraban de nuevo hacia el sol y así, lentamente, fue recuperando su estilizada silueta. Cuando ya estuvo totalmente restablecida vio, mirándose al cristal, que era una hermosa flor, y pensó: ¡¡Vaya!! Hasta ahora no me he dado cuenta de quién era, ¿cómo he podido estar tan ciega? La rosa descubrió que había pasado sus días sin apreciar su belleza. Sin mirarse bien a sí misma para saber quién era en realidad.

Rosa María Roé

Una patata de juego!!

Sabías que el juego de Mr. Potato no incluía nada más que los complementos? No traía la cabeza como ahora y había que buscar en la despensa una patata para poder jugar!!

jueves, 17 de enero de 2013

Quién mató el amor?

Hubo una vez en la historia del mundo un día terrible en el que el odio que es el rey de los malos sentimientos los defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente con todos ellos. Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano llegaron a esta reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito. Cuando estuvieron todos habló el Odio y dijo "Los he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien". Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el odio el que estaba hablando y el siempre quiere matar a alguien, sin embargo todos se preguntaban entre sí, quién sería tan difícil de matar para que el odio los necesitara a todos. ¡Quiero que maten al Amor! dijo. Muchos sonrieron malévolamente pues más de uno le tenía ganas. El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: "Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto, provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará". Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el reporte del Mal Carácter quedaron muy decepcionados. "Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba
una discordia el amor la superaba y salía adelante". Fue cuando muy diligente se ofreció la Ambición que haciendo alarde de su poder dijo: En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder, eso nunca lo ignorará". Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima, quién efectivamente cayó herida, pero después de luchar por salir adelante, renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo. Furioso el Odio por el fracaso de la Ambición envió a los celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas, situaciones para despistar al Amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el Amor confundido lloró, y pensó que no quería morir y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos y los venció. Año tras año, el odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al Egoísmo, a la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba. El Odio convencido de que el Amor era invencible les dijo a los demás: "Nada que hacer. El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos". De pronto, de un rincón del salón se levantó un sentimiento poco conocido y que vestía todo de negro con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto era fúnebre como el de la muerte: "Yo mataré al Amor" dijo con seguridad. Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer solo, lo que ninguno había podido. El Odio dijo "ve y hazlo". Tan solo había pasado algún tiempo cuando el odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles después de mucho esperar que por fin EL AMOR HABIA MUERTO. Todos estaban felices pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero negro hablo: "Ahí les entrego al Amor, totalmente muerto y destrozado" y sin decir más se marchó. ¡Espera! dijo el Odio, en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién eres? El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo SOY LA RUTINA.

La colada del oso

El amor y el tiempo

Había una vez una isla muy linda y de naturaleza indescriptible, en la que vivían todos los sentimientos y valores del hombre; El Buen Humor, la Tristeza, la Sabiduría… como también, todos los demás, incluso el AMOR. Un día se anunció a los sentimientos que la isla estaba por hundirse. Entonces todos prepararon sus barcos y partieron. Únicamente el AMOR quedó esperando solo, pacientemente, hasta el último momento. Cuando la isla estuvo a punto de hundirse, el AMOR decidió pedir ayuda.
La riqueza pasó cerca del AMOR en una barca lujosísima y el AMOR le dijo: “Riqueza… ¿me puedes llevar contigo?” – No puedo porque tengo mucho oro y plata dentro de mi barca y no hay lugar para ti, lo siento, AMOR… Entonces el Amor decidió pedirle al Orgullo que estaba pasando en una magnifica barca. “Orgullo te ruego… ¿puedes llevarme contigo? No puedo llevarte AMOR… respondió el Orgullo: – Aquí todo es perfecto, podrías arruinar mi barca y ¿Cómo quedaría mi reputación? Entonces el AMOR dijo a la Tristeza que se estaba acercando: “Tristeza te lo pido, déjame ir contigo”. – No AMOR… respondió la Tristeza. – Estoy tan triste que necesito estar sola. Luego el Buen Humor pasó frente al AMOR, pero estaba tan contento que no sintió que lo estaban llamando. De repente una voz dijo: “Ven AMOR te llevo conmigo”. El AMOR miró a ver quien le hablaba y vio a un viejo. El AMOR se sintió tan contento y lleno de gozo que se olvidó de preguntar el nombre del viejo. Cuando llegó a tierra firme, el viejo se fue. El AMOR se dio cuenta de cuanto le debía y le pregunto al Saber: “Saber, ¿puedes decirme quien era este que me ayudo?”. -”Ha sido el Tiempo”, respondió el Saber, con voz serena. -¿El Tiempo?… se preguntó el AMOR, ¿Por qué será que el tiempo me ha ayudado? Porque solo el Tiempo es capaz de comprender cuan importante es el AMOR en la vida.

miércoles, 16 de enero de 2013

martes, 15 de enero de 2013

La princesa que quería casarse por amor

Cuentan, que hace mucho, mucho tiempo vivió en un reino muy lejano una princesa que quería casarse por amor. Cuando sus padres, los reyes, se enteraron de aquel capricho pensaron que su hija no tardaría en darse cuenta de que eso solo puede ocurrir a los plebeyos, gentes que no tiene verdaderas preocupaciones ya que al carecer de propiedades pueden vivir sin preocuparse de lo material; y que entraría en razón y contraería matrimonio con alguno de los príncipes que acudían al palacio para pedir su manos. Pero ella no atendía a razones. Cuando su padre le decía "deberías casarte con este príncipe cuyo reino es enemigo del nuestro y así traerías la paz a tus súbditos" ella responda, "¡pero eso me haría infeliz toda la vida!" Cuando algún príncipe se atrevía ha llegar hasta el palacio, ella lo miraba a los ojos y le preguntaba "Pero, ¿tú me amas?" a lo que los pretendientes, no atreviéndose a mentir, le respondían "Estoy seguro de que llegaré a amarte". Y ella rápidamente cortaba toda negociación pues aseguraba "no puedo dejar que una posibilidad marque mi vida. Si no llega a amarme siempre seré desgraciada". Y fue pasando el tiempo, y el rey y la reina se dieron por vencidos, y los habitantes de aquel reino pensaron que después de la princesa deberían cambiar de gobernante. Y la vida seguía su curso. Pero la noticia de que exista una princesa que quería casarse por amor llego hasta los rincones más recónditos del país y fue así como un joven pastor escucho hablar de ella y se dijo a si mismo "debo conocerla, quizás estamos hechos la una para el otro, ya que yo también quiero casarme por amor". Hacia mucho tiempo que su familia lo tenia por loco ya que le habían insistido en que se casara con alguna joven de la zona que tuviera prados colindantes o algunas ovejas de buen carácter y abundante lana; argumentándole que solo los ricos pueden darse el lujo de casarse por amor, ya que solo ellos que tiene dinero pueden vivir sin preocuparse de lo material. De modo que el joven pastor dejo sus ovejas a cargo de padres y hermanos y se encamino hacia el palacio. El camino era largo y él tuvo mucho tiempo para pensar. Cuando llego al palacio, se presento ante los guardias y les comento sus intenciones. Al principio los guardias se burlaron de él diciendo "Como un triste pastor va a vivir con una princesa en un palacio de altos techos e imponentes columnas, no podrías dormir por la noche" a lo que el pastor respondió sin sonrojarse "los techos de este palacio nunca serán tan altos como el cielo que cubre mi cabeza, y sus columnas no serán tan perfectas como los arboles que me acogen bajo sus ramas, y en este palacio por más lamparas que enciendan, nunca podrán iluminar mi noche como la ilumina la luna y las infinitas estrellas del cielo". Aquellas palabras convencieron a los guardias de que quizás el pastor fuera un digno pretendiente... les resulto tan incomprensible como cualquier poeta. Por eso llamaron al rey, que hizo pasar al joven pastor hasta la sala del trono y allí convoco también a la princesa. Ella, al verlo no titubeo, se acerco hasta él y mirándolo a los ojos le pregunto "Pero, ¿tú me amas?" a lo que el respondió... "si tu eres la mujer que valora el amor por encima de todo, yo te amo. Y para demostrártelo voy a pasar una luna completa bajo tu ventana. Durante ese tiempo no comeré, ni beberé nada más que agua y así podrás ver cuan grande es mi amor". La princesa estuvo de acuerdo y los guardias acompañaron al pastor hasta el lugar idóneo, en la calle, bajo la ventana de la princesa. Él extendió su manta de viaje en el suelo, dejo junto a si la escudilla del agua y se sentó sin decir palabra. Al principio la gente no le hacia mucho caso. Un loco que había hecho una promesa exagerada. Pero al ver que iban pasando los días y sumando semanas comenzaron a tomarlo más en serio. Cuando ya llevaba dos semanas viviendo bajo la ventana de la princesa, algunas ancianas, vestidas de negro para pasar desapercibidas en la oscuridad de la noche, se acercaron hasta él para llevarle un plato de sopa o un zumo de frutas ... "Come algo muchacho o no podrás resistir" le susurraban al oído; el joven pastor les sonreía y dándoles las gracias rechazaba sus regalos "He dado mi palabra" respondía. Cada día, la princesa al levantarse se asomaba a la ventana para mirar a su pretendiente. Lo saludaba, le sonreía y continuaba con su vida. Y el tiempo fue pasando implacable, y llego el día en que se cumplió el plazo.
Aquella mañana la princesa se levanto muy contenta. Pidió un baño de agua perfumada con jazmín, pidió que le lavaran el pelo y la peinara con sumo cuidado. Pido su vestido azul, pero luego cambio de idea y se puso el blanco, aunque luego cambio de idea y se puso el morado... se miro en el espejo y volvió a ponerse el azul. Tampoco este le gusto, decidió ponerse el amarillo, y así se le fue el día. Ya solo quedaba una hora para que bajara a reunirse con el joven que la amaba, cuando... La gente se había congregado alrededor del joven pastor, bajo la ventana de la princesa. Estaba allí toda la ciudad, no faltaba nadie. Todos tenían curiosidad por ver la cara de su nuevo príncipe. Sin embargo, cuando apenas faltaban unos minutos, el joven pastor, débil como estaba después de 28 días sin comer, se levanto del suelo, tomo su manta, su cuenco para el agua, y se encamino hacia las puertas de la ciudad. -- ¡Pero no te rindas ahora!, le gritaba la gente. --¡Estas a punto de ser rey!, intentaban convencerle otros. Pero el continuaba su camino, dispuesto a regresar junto a sus ovejas. Dicen que un niño corrió tras él y le preguntó: "¿Por que te has rendido en el último momento? Si te quedas podrás ser rey" a lo que el pastor respondió ... " a todos se os olvida que yo no quiero ser rey, yo quiero casarme por amor, y ella no me ama. No ha sido capaz de perdonarme ni una sola hora de sufrimiento".

Apoyando a papi

sábado, 12 de enero de 2013

El amor y la locura

Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando EL ABURRIMIENTO había bostezado por tercera vez, LA LOCURA, como siempre tan loca, les propuso: -¿Vamos a jugar al escondite? LA INTRIGA levantó la ceja intrigada y LA CURIOSIDAD, sin poder contenerse preguntó: -¿Al escondite?¿Y cómo es eso? -Es un juego, explicó LA LOCURA, en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que encuentre, ocupara mi lugar para continuar el juego. EL ENTUSIASMO bailó secundado por LA EUFORIA, LA ALEGRÍA dio tantos saltos que terminó por convencer a LA DUDA, e incluso a LA APATÍA, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar, LA VERDAD prefirió no esconderse. ¿Para qué? si al final siempre la hallaban, LA SOBERBIA opinó que era un juego tonto (en el fondo lo que le molestó era que la idea no se le haya ocurrido a ella) y LA COBARDÍA prefirió no arriesgarse… - Uno, dos, tres… comenzó a contar LA LOCURA. La primera en esconderse fue LA PEREZA, que como siempre se dejo caer tras la primera piedra del camino.LA ENVIDIA se escondió tras las sombras del TRIUNFO, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol mas alto. LA GENEROSIDAD casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos… ¿un lago cristalino? Ideal para LA BELLEZA; ¿La hendija de un árbol? Perfecto para LA TIMIDEZ; ¿El vuelo de una mariposa? Lo mejor para LA VOLUPTUOSIDAD; ¿Una ráfaga de viento? Magnifico para LA LIBERTAD. Así terminó por ocultarse en un rayito de sol. EL EGOÍSMO, en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio,ventilado, cómodo… pero solo para él. LA MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris) y LA PASIÓN y EL DESEO en el centro de los volcanes. EL OLVIDO… se me olvido donde se escondió… pero no es lo importante. Cuando LA LOCURA contaba 999,999, EL AMOR aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado… hasta que divisó un rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores. - Un millón- contó LA LOCURA y comenzó a buscar. La primera que encontró fue LA PEREZA solo a tres pasos de una piedra. Después se escuchó a LA FE discutiendo con Dios en el cielo sobre teología y a LA PASIÓN y EL DESEO los sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a LA ENVIDIA y claro, así pudo deducir donde estaba EL TRIUNFO. EL EGOÍSMO no tuvo ni que buscarlo. El solito disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a LA BELLEZA y con LA DUDA resultó más fácil, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aun de que lado esconderse. Así fue encontrando a todos, EL TALENTO entre las hierbas frescas, a LA ANGUSTIA en una cueva oscura, a LA MENTIRA detrás del arco iris… (mentira, si ella se había escondido en el fondo del océano) y hasta EL OLVIDO… que ya se había olvidado que estaba jugando al escondite,pero solo el AMOR no aparecía por ningún sitio. LA LOCURA busco detrás de cada árbol bajo, cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas y cuando estaba por darse por vencida divisó un rosal y sus rosas… y tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó. Las espinas habían herido los ojos al AMOR; LA LOCURA no sabía que hacer para disculparse, lloró, rogó, pidió perdón, imploró y hasta prometió ser su lazarillo. Desde entonces; desde que por primera vez se jugó al escondite en la tierra: EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA.

viernes, 11 de enero de 2013

La verdad y la mentira

Todos los duendes se dedicaban a construir dos palacios, el de la verdad y el de la mentira. Los ladrillos del palacio de la verdad se creaban cada vez que un niño decía una verdad, y los duendes de la verdad los utilizaban para hacer su castillo. Lo mismo ocurría en el otro palacio, donde los duendes de la mentira construían un palacio con los ladrillos que se creaban con cada nueva mentira. Ambos palacios eran impresionantes, los mejores del mundo, y los duendes competían duramente porque el suyo fuera el mejor. Tanto, que los duendes de la mentira, mucho más tramposos y marrulleros, enviaron un grupo de duendes al mundo para conseguir que los niños dijeran más y más mentiras. Y como lo fueron consiguiendo, empezaron a tener muchos más ladrillos, y su palacio se fue haciendo más grande y espectacular. Pero un día, algo raro ocurrió en el palacio de la mentira: uno de los ladrillos se convirtió en una caja de papel. Poco después, otro ladrillo se convirtió en arena, y al rato otro más se hizo de cristal y se rompió. Y así, poco a poco, cada vez que se iban descubriendo las mentiras que habían creado aquellos ladrillos, éstos se transformaban y desaparecían, de modo que el palacio de la mentira se fue haciendo más y más débil, perdiendo más y más ladrillos, hasta que finalmente se desmoronó. Y todos, incluidos los duendes mentirosos, comprendieron que no se pueden utilizar las mentiras para nada, porque nunca son lo que parecen y no se sabe en qué se convertirán.
 Autor.. Pedro Pablo Sacristán

Respira!!

Fuente mágica de Montjuic

F

martes, 8 de enero de 2013

lunes, 7 de enero de 2013

sábado, 5 de enero de 2013

viernes, 4 de enero de 2013

Una banda Heavy Metal con mucho Metal

“Compressorhead” es una banda heavy metal, que está hecha completamente de metal. Un batería de cuatro brazos, un bajista y un guitarrista con 78 dedos. Fueron fabricados en Alemania, y sus inventores aseguran que es la banda de metal “más pesada” del mundo. Aquí, podemos verlos tocando Ace of Spades de Motörhead:

También en una ocasión anterior tocaron TNT de AC/DC:

miércoles, 2 de enero de 2013

El diamante que se creyó piedra

Érase una vez, en algún lugar lejano, remoto, perdido en el tiempo y en el espacio, dos diamantes gemelos, idénticos, que viajaban en la bolsa de un gran señor que, con especial cuidado, los transportaba por un camino. Sucedió, que sin esperarlo, este buen señor de pronto fue atacado por una banda de ladrones que persiguieron su carruaje intentando quedarse con sus pertenencias. El señor, al ver que no podría escapar, y sabiendo que sus dos diamantes perfectos eran todo su tesoro, en un recodo del camino, mientras huía a toda carrera, los sacó de su bolsa y dándoles un beso de despedida los arrojó a un costado del camino, cerca de un árbol el cual usaría como referencia para poder volver a buscarlos. El tema es que los dos diamantes cayeron al suelo, a la corta distancia de dos metros uno del otro, y allí quedaron, a la espera de ser descubiertos por alguien o recuperados por su señor, ya que no habían nacido sino para ser piedras de corona real. El tiempo pasó, pasaron las horas, los días, las semanas y por último los meses y el señor jamás volvió por ellos. Los diamantes que ya estaban preocupados, comenzaron a hablar... No nos quiso, dijo uno de ellos, no nos quiso porque no somos diamantes, yo siempre lo supe, somos rocas sin valor y por eso nos arrojó de su carruaje, claro... ¿Quién querría pedazos de piedra como nosotros?... El otro diamante que lo escuchaba, a su vez le respondía... No, sabes que no es así, nos arrojó para protegernos, porque éramos su tesoro más preciado y si no volvió será porque algo le habrá pasado, porque jamás nos habría abandonado... El tiempo se consumió en charlas similares... Y siguió pasando, y los diamantes siempre mantenían la misma postura, uno de ellos veía el vaso medio vacío y el otro el vaso medio lleno. Cuando los meses se convirtieron en años, el diamante positivo, por llamarlo así, el que sabía su valor, propuso... Hagamos algo... Brillemos, con más fuerza de la habitual, brillemos hasta encandilar con nuestro brillo, así, quien pase por el camino nos encontrará y podremos por fin convertirnos en lo que soñamos, en piedras preciosas de corona real... No, le dijo el otro, tú no entiendes... Somos rocas, piedras, convéncete “piedras” ¿Entendéis? y por más que lo intentáramos jamás podríamos brillar, nadie nos querría, nadie nos valoraría, no vale la pena hacer nada, somos parte de este paisaje agreste y aquí nos debemos quedar... Frente a este desencuentro de voluntades, el diamante positivo, sin dejarse contagiar por lo que escuchaba... Comenzó a brillar, al principio tímidamente y finalmente con un brillo tan poderoso que competía con la luna, ya que atesoraba los rayos del sol durante el día y en la noche los despedía, asumiendo así su condición, reconociendo con orgullo lo que sabía que en realidad era, valorándose, esto, por supuesto, contra su entorno y la situación que al ser tan desfavorables, podrían confundirlo y hacerle ver lo contrario... Así, el tiempo siguió su curso, y el diamante negativo se llenó de barro por las tormentas y quieto y sin brillo desapareció en la tierra, enterrado por los vientos, convirtiéndose en lo que decía ser, solo una roca más, una piedra sin valor a la que nadie iba a descubrir. Mientras tanto, el diamante positivo seguía brillando, aprovechando las lluvias para sacarse de encima el lodo y los vientos para secarse y pulirse aún más... Y así, un día, como todo llega, un par de ojos que pasaban por el lugar vieron un extraño, pero perfecto brillo desde lejos y al dirigirse hacia donde provenía, esos ojos pudieron comprobar que se trataba de un hermoso y perfecto diamante. ¡Oigan!... gritó, he encontrado la más perfecta joya, este ha sido un regalo de ¡los dioses! la llevaremos para que la ¡instalen en mi corona! Sí, aunque no sé pueda creer, esos ojos pertenecían al rey del lugar, un señor que por fin le dio al diamante el lugar que merecía, cumpliendo su sueño de convertirse en hermosa piedra preciosa de corona real... Y aquí terminó la historia... Ah, ¿quieres saber que pasó con el otro diamante...? Cuando sintió que su hermano gemelo era rescatado, quiso brillar también, pero tanto tiempo había estado convencido de no Ser un diamante, tanto se había dejado llevar por la mala situación, que se olvidó de cómo hacerlo y allí quedó... Inmerso en la cárcel del olvido, una cárcel que fabricó día tras día y en la cual el mismo se encerró. Y esta cárcel fue ni más ni menos el ignorar quien era realmente, no saber valorarse, porque un diamante no deja de ser diamante porque alguien lo arroje, un diamante no deja de ser precioso, de tener valor, por estar perdido en el desierto, por estar solo. Un diamante siempre es un diamante. Por eso, esta historia es para mí, porque cuando veo que nadie parece valorarme, cuando veo que nadie parece ver en mí lo que soy, lo que puedo ser, lo que puedo hacer, lo que puedo dar... Nunca olvido mi condición natural, soy un diamante y lo sé y lo que importa es eso y jamás dejo de brillar... Tú también eres un diamante y no importa quien lo crea, si te sirve yo lo creo, pero lo importante es que lo creas y lo asumas en tu interior. Eres un perfecto diamante, pero igual que yo, no te dejes convencer de lo contrario, por nadie ni por nada, seguí adelante récord quien eres y nunca dejes de brillar. Jamás te inviertas en piedra, brilla, porque tarde o temprano pasará un rey, o una reina, alguien entendido, que quedará encandilado con tu brillo, que te valorará y que, en definitiva, sabrá apreciarte como el tesoro que realmente eres...