sábado, 13 de abril de 2019

Oscuro objeto del deseo


Relato erótico: Oscuro objeto del deseo
No tenía ni idea de quien era físicamente, había hablado con él en contadas ocasiones pero por cuestiones de fallos en mi ordenador, no sabía ni como era, aunque la voz la recordaba bastante interesante...obviamente me acerqué a una de mis compañeras y le pregunté si conocían al tal Javier, entre ellas hubo una serie de miradas cargadas de cierta complicidad y unas risitas pícaras que empezaban a ponerme nerviosa…después de que la situación se alargase unos minutos una de ellas me indico quien era con el dedo, me giré pensando en que el motivo de su mofa era porque me había tocado el típico cerebrito, introvertido y raro de la oficina, a ver quién daba con el detalle adecuado…pero mis ojos no encontraron eso a su paso, Javier, mi amigo invisible, (El David, de Miguel Ángel) en carne y hueso y trabajando en la misma empresa…qué ángel había esculpido a ese hombre y porque no me lo había conocido antes, tenía la mirada dulce y penetrante, el cabello oscuro y algo alborotado, la perfección creada en su boca, labios carnosos, gruesos, vestía bastante informal pero aquella camisa blanca dejaba entrever que su cuerpo tenía cientos de senderos por donde perderse el resto de la vida...creo que aquella imagen aumento mi temperatura corporal y el color de mis mejillas a tal grado que las risas de mis compañeras se hicieron más notables.


Terminé enredándome y de qué modo…
Cuando se propuso en mi trabajo hacer para Navidad lo del amigo invisible me pareció una idea estúpida, a ver no es que no me guste regalar pero si lo hago que sea a una persona que conozca y que sepa que lo que pueda comprarle o hacerle le vaya a gustar.
En fin somos casi 60 personas, es imposible conocer a la perfección a todo el mundo y más cuando estáis en departamentos diferentes, pero ahí estaba yo en aquella reunión improvisada esperando turno para sacar de aquel bote el nombre de la persona a la cual tendría que regalar, metí la mano y en el papel ponía: ‘ Javier, departamento informático’
Evidentemente y sin que nadie se diera cuenta, o eso pensaba yo, me dediqué a observar a escondidas a Javier, quería conocerlo un poco más para dar con el regalo adecuado, vi que algunos días solía llegar a la oficina con una bufanda negra que estaba ya algo estropeada  así que me dispuse a hacerle una nueva, no es que fuera una maquina con las manualidades pero imaginé que con algún tutorial de internet no sería muy complicado conseguirlo…fácil no resultó pero creo que el resultado no fue el esperado, lo peor es que el tiempo se me había echado encima y no tenía tiempo a empezar de cero, así que debía confiar en que funcionara lo de invisible y que nadie se enterase que aquella bufanda kilométrica había sido cosa mía.
Se preparó un pequeño catering en la sala de reuniones, ahí es donde durante toda la semana se habían ido dejando los regalos, cada uno cogió el suyo, intente disimular cuando Javier se dispuso a abrirlo, la expresión de su rostro y la media sonrisa me hizo respirar de nuevo, no parecía disgustarle su regalo…me despisté unos segundos hablando con algunos compañeros y buscando mi nombre entre aquel montón de envoltorios, por fin di con él, lo abrí y dentro había un precioso pañuelo que ya había fichado hace algunos días en el escaparate de aquella pequeña tienda de la esquina, bajo el pañuelo…una nota escrita a mano ‘Te espero en la sala de reuniones de la tercera planta’
Me encontraba desconcertada, nerviosa, realmente me estaba pasando a mí, se trataría de una broma o quizá algún admirador secreto y no me había percatado hasta ahora…no tenía muy claro que hacer pero ya estaba dentro del ascensor rumbo a la tercera planta, la curiosidad era mayor al miedo,  tal vez si alguien se enterase me tacharía de loca pero necesitaba saber quién se encontraba al otro lado de aquella nota…
Llame a la puerta al mismo tiempo que la iba abriendo lentamente pero en el interior de la sala no encontré a nadie, recorrí cada una de las habitaciones que se encontraban en el interior de aquel despacho y cuando ya me disponía a salir de la última mis ojos no dieron crédito a lo que se encontraba delante de ellos…sentado sobre la mesa de reuniones, se encontraba Javier, mi amigo invisible, su cuerpo, su hermoso cuerpo desnudo cubierto por una única prenda, mi bufanda, la cual en esos momentos no agradecí haberla hecho tan larga...mi mandíbula desencajada, mis ojos se perdieron en algún punto de aquella bufanda…y de sus labios un ¿ Te gustó el pañuelo? …No era posible, había sido el quien me había comprado el pañuelo, pero cómo podía haberlo descubierto…y cómo había sabido que era yo quien le hizo el regalo, y cómo podía estar ahí para mi…demasiadas preguntas para un momento como el que estaba viviendo…
Se levantó y se acercó despacio, el sigilo de sus movimientos no dieron tiempo al aire a mover aquella prenda y regalarme una visión completa de aquel David…se situó tras de mí y me susurro al odio... ¿Quién espiaba a quién? Y añadió: Desde el primer día que entraste con aquel vestido rojo y esa hermosa sonrisa a trabajar a esta empresa me conquistaste, me robaste el sueño y el corazón, y desee mil veces que tu ordenador se estropeará para poder escuchar tu voz de niña al otro lado del teléfono, es posible que algunos de esos problemillas de tu ordenador fueran provocados, cada día que pasaba sin oír tu voz, la necesitaba  aún más, te convertiste en el hermoso objeto de mi deseo…y por fin el destino me echó un cable y te acerco hasta mí...o tal vez yo hiciera un trato con él…el caso es que te tengo aquí, y que me encanta mi regalo…¿ Qué tal me queda?
Resultado de imagen de amigo invisible eroticoAhí estaba delante de mí con la bufanda, si yo era su hermoso objeto de deseo  aquel cuerpo envuelto en ese infinito trozo de lana se había convertido en mi oscuro objeto de deseo…no fueron mis palabras las que reaccionaron previamente, por una vez me tome en serio mi papel de niña pero esta vez del lado alocado de ella, lo fui llevando lentamente hasta la mesa y recorrí con mis labios cada uno de los huecos que no estaban cubiertos por la bufanda,  noté su excitación al elevarse uno de los lados cubiertos por la lana…seguí desabrochando mi camisa, la dejé caer lentamente, del mismo modo que hice con mi falda, con mis sujetador y por último con mis bragas..y le pregunté ¿Tal vez haya un trozo para mí de esa bufanda? Después de unos segundos y de habernos recorrido con la mirada el uno al otro, apartó la bufanda, la lanzó por detrás de mí y me llevó hacia él, nos entrelazó a ambos… ahora era mi cuerpo quien notaba su excitación, mi cuello el que se perdió entre aquellos largos, húmedos e interminables besos, mis piernas las que bailaban al compás que marcaban sus manos , ardía en deseos de ser penetrada, amada, follada…apoyada contra la mesa, dejando tras  cada penetración una mano marcada…fue maravilloso ver que no quedo rincón que no fuera sellado por alguna de ellas, me movía cual marioneta ligera, y entre mesas, paredes, suelos, y sillas nuestros cuerpos se fueron rindiendo y dieron paso al acto final, yo sentada sobre él, su pene dentro de mí y su mano acariciando suavemente mi clítoris, ese hombre sabía cómo hacerme gozar, como acariciarlo, con que precisión humedecía su dedos para no lastimarme, como incrementaba sus movimientos conforme yo aumentaba el ritmo en cada penetración, el verbo correr nunca estuvo más presente en mi primera persona…fue maravilloso sentir como mi cuerpo se iba aflojando al tiempo que mis más íntimos fluidos se deslizaban por sus manos…Yo me limité a explorar desde otras perspectivas  y a probar otros bocados ciertamente apetitosos, ya que mi cuerpo quedo agotado decidí que fueran mis manos y mi boca las que dieran con su placer, su pene era perfecto, no me cansaba de masturbarlo, era firme, grueso y estaba perfectamente húmedo para que mis manos pudieran deslizarse rápidas, ligeras, y cuando lo tenía a punto de correrse decidí que fuera mi boca la que lo hiciera caer, rendirse al placer, rendirse al orgasmo...la que lo hiciera estremecer, apretar sus manos contra mi cabeza buscando un poco más, hasta sentir sus dedos clavados en mi espalda, escuchar su gemido en mi oído y sentir sus labios en busca de aquel beso que firma, sella y da fe a todo lo ocurrido…

Y aquella bufanda se encargó de recordarnos todo lo que había sucedido en la oscura sala de reuniones…no quedó trozo que no quedase impregnado por nosotros…