Existen muchos tipos. Las más fáciles de identificar son las interiores, las de los sentimientos. Elegir entre lo que te apetece, lo que no te apetece y la otra opción (porque siempre la hay). Son sencillas porque es nuestra propia apetencia quien nos marca el camino.
Están también las exteriores, que dependen del agrado ajeno. La opción más apoyada por la mayoría o la más criticada. Aquella elección que realizas por un persona o por el simple "que dirán". Digamos que son las más democráticas.
En mi opinión, las más complicadas son las de resultado. Para seleccionarlas te basas en la probabilidad de éxito posterior. Me refiero a la decisión correcta e incorrecta. Estas, como todas, tienen sus posibles derivados y están condicionadas por los otros tipos: de la incorrecta la más correcta, de las correctas la que menos me apetece , de las incorrectas la menos criticada, etc. El problema es que son imposibles de determinar, por lo menos para aquellos mortales como yo que aún no somos capaces de predecir el futuro.
Si sigues leyendo esto habrás caído ya en el poder de este último tipo. Son las reinas del cotarro porque, en realidad, son las únicas que nos interesan a largo plazo. ¿Cuántas veces has hecho algo que te apetecía y era la decisión menos correcta? ¿Cuántas veces has hecho lo incorrecto por el miedo al qué dirán?
Psicólogos y analistas a parte, este tipo de decisiones solo se pueden identificar pasado el tiempo. ¿Y por qué te cuento esto? Fácil, solo quería decirte que fuiste la decisión incorrecta criticada que me apetecía más bonita del mundo. Volvería al fracaso, volvería a dejar que hablen, volvería a disfrutar dejándome llevar y, por tanto, la respuesta es sí, volvería a elegirte.