
-Adiós, señora. – Me despido de ella muy educadamente con una sonrisa en la cara.
-Adiós, pásalo bien. Y con protección.
–Siempre.
No puedo evitar reírme y me dirijo a la casa de Dani. Llamo al timbre y no tarda ni un segundo en abrir. Vaya, se ha vuelto a poner el chándal, pero no tiene camiseta. Se me viene a la mente lo que me ha enviado y no puedo evitar mojarme. Él sabe que lo estoy pensando y se pone la mano en la cintura.
-Bueno chica, ¿entras o no?
No me lo pienso dos veces y voy directamente a su habitación. Esa casa ya me la conozco como si fuera la mía, unos cuantos polvos han estado presentes en ella. Me siento en la cama y él se pone con el ordenador, siempre hacemos lo mismo. Hablamos un rato y a la acción. Pero esta vez nos hemos saltado la parte de hablar y directamente apaga el ordenador y me tumba con brusquedad. Bueno, hoy tiene ganas de hacerlo fuerte, se le nota. Y a mí también. Siempre me apetece duro. Empieza con el cuello, es inevitable que me moje cuando se dirigen a esa zona, me pone tanto como usa su lengua y sus labios a la vez que me coge del pelo y me lo estira con fuerza.
Me quita los pantalones y la camiseta no sé en qué momento ha desaparecido, estoy en ropa interior y me pongo encima de él. Sigue llevando el chándal, pero es el ajustado, y el bulto de su polla se nota perfectamente. Restriego nuestras partes íntimas y mojadas, quiero sentir como le va creciendo y preparándose para metérmela. Noto que empiezo a chorrear y a gemir, joder. Empiezo a moverme mucho más rápido, él cogiéndome y apretándome el culo me ayuda con el movimiento.
Voy a su cuello, me encanta su reacción cuando me dirijo ahí. Cada vez que mi lengua caliente pasa por su piel en aquella zona tan íntima y sensible se pone muy bruto. Y, efectivamente, me tumba y se pone encima de mí, me coge de las rodillas y me abre las piernas a más no poder. Por sorpresa mía no me lo come, ¿qué hace? Se levanta y de un cajón saca un vibrador. ¿Pero desde cuándo tiene este chico eso ahí? Mojo, mojo muchísimo de pensar lo que me va a hacer.
Escupe en mi coño, me restriega con las manos toda la saliva que ha dejado y pone directamente el vibrador en el clítoris, lo enciende y empieza a darme placer. Mucho placer. Cojo las sábanas y las aprieto con las manos, doblo mi espalda y empiezo a gemir. Él evita que se me cierren las piernas, quiere que las tenga muy abiertas, y yo también. Empiezo a notar que me queda muy poco para correrme, mis gemidos suenan cada vez más alto y él lo sabe. Qué capullo, me conoce demasiado bien. Así que para, deja el vibrador a un lado y sin prisa se va quitando el chándal, me está desesperando y cuando intento quitárselo yo misma lo evita y va más lento.

Ahora sí, ahora sí me voy a correr y quiero hacerlo. Mi vagina empieza a contraerse y a hacerse más estrecha, su polla se siente apretada dentro de mí y eso le enciende todavía más. De golpe se sale y me coloca al borde de la cama con las piernas, obviamente, bien abiertas. Coge el vibrador que había dejado en la mesita y se queda de pie, lo enciende y me lo pone encima del clítoris mientras empieza a penetrarme. Sentir su polla dentro taladrándome y un vibrador dándome placer es una sensación increíble. Por fin, llego al orgasmo, y seguido del mío, el suyo. Mi clítoris palpita y su polla eyacula en mis pechos. Puede ser, que el mejor polvo de mi vida.
Nos vestimos, le ayudo a hacer la cama y le cojo las sábanas para llevarlas a limpiar. Salimos de su cuarto y vaya, ¡sorpresa! Su madre había llegado, una mujer muy elegante y seria. No me lo podía creer, me moría de vergüenza.